Obesidad, Oídos, Ojos, Ombligo, Osteomielitis

Obesidad

Muchos niños que parecen ex­cesivamente gruesos, no lo son en realidad. El niño de constitución recia y fuerte no es nece­ sariamente un obeso. Tampoco lo es el niño o niña adolescente que gana peso con rapidez, pre­ cisamente antes de un brusco aumento de esta­ tura. El médico determinará qué peso corres­ ponde al niño, según su edad y estatura y si es un caso de obesidad, tratará de descubrir las causas y prescribirá el tratamiento adecuado.
En algunos casos la obesidad es ocasionada por el trastorno de la glándula pituitaria, el tiroides o la glándula suprarrenal, que secreta adrenalina. Sin embargo, las causas más corrien­ tes son el exceso de comida o una súbita dismi­ nución de sus actividades físicas (o ambas).
El niño ingiere de ordinario más calorías de las que consume con sus actividades físicas. A veces la obesidad oculta problemas emocionales y pue­ de seguir a una crisis familiar o a la recuperación de una enfermedad u operación. Los niños sien­ ten a veces la necesidad de comer cuando se hallan inquietos o quieren llegar a experimentar una sensación de bienestar o de satisfacción.
En algunas familias existe una tendencia here­ ditaria a la obesidad. Cuando los padres son obesos, existe un 75 % de posibilidades de que el niño lo sea también.
Un kilogramo o dos de más no perjudica, pero la verdadera obesidad aumenta la carga que gravita sobre el corazón, dificulta las acciones físicas normales y es causa de burlas y rechazo por parte de sus compañeros.
Si un niño tiene que ponerse a régimen nece­ sita ayuda, que se le podrá proporcionar de la siguiente forma:

  • No dejar a su alcance comidas tentadoras como los dulces, pasteles, bebidas, helados y patatas fritas.
  • No permitir que coma fuera de sus horas nor­ males. Cuando desee un tentempié se le ofrecerá fruta, zanahorias y otras verduras crudas.
  • Se le animará a practicar deportes y toda clase de actividades que impliquen un ejercicio físico.
  • Si se merece un premio, no se le obsequiará con paseos a lugares donde pueda sentirse ten­ tado. Se le llevará a una bolera, a una piscina o a patinar.
  • Se le alabará la menor pérdida de peso y se procurará que cuando esto sucede, disponga de ropa nueva a su medida. Véase también Dietas.

Oftalmía purulenta

véase Conjunti­vitis.

Oído, dolores de

Los dolores de oído son causados generalmente por infecciones, que pueden ocurrir en el oído externo, en el medio o en el interno.
Infecciones del oído. El resfriado común es la causa más frecuente de infección en el oído.
Los gérmenes pasan desde la nariz hasta el oído medio a través de un tubo corto llamado trompa de Eustaquio.
Los baños frecuentes, largos y con agua fría, pueden causar también infecciones del oído. El conducto auditivo externo (parte visible cuando se mira directamente hacia dentro) es especial­ mente susceptible a la infección cuando el clima es caluroso y húmedo.
El niño puede iniciar la infección en su con­ ducto auditivo al rascarse con las uñas, alfileres, cerillas u otros objetos. Con ellos puede rasgar la piel y los gérmenes provocan un furúnculo, grano e incluso un absceso.
Cuando el niño se queja de dolor de oído, pero especialmente si tiene fiebre o hay supuración, se deberá avisar al médico quien quizás le recete antibióticos o sulfamidas para la infección. En ocasiones, estos medicamentos no se utilizan lo pronto que debieran, o encuentran gérmenes re­ sistentes. En estos casos, el médico practicará una pequeña incisión en el tímpano para drenar el pus.
La infección del conducto auditivo es doloro- sa. Para aliviar el dolor se aplicará una esterilla eléctrica, una botella de agua caliente o com­ presas calientes en el oído. También pueden ayudar tres o cuatro gotas de aceite mineral o aspirina.
Otras causas. A veces existen dolores de oído sin que se aprecie ningún signo de infec­ ción. En estos casos deberán ser explorados los dientes, la nariz y la garganta. Un diente a punto de romper, una infección de los senos o una amigdalitis pueden ser la causa.
La cera del oído provoca dolor muy raras veces. La cera no es suciedad, sino una secreción natural y si cierta acumulación se humedece mientras el niño está nadando o bañándose, pue­ de hincharse y causar una sordera temporal. La extracción del tapón de cera, por el médico, cu­ rará la afección.

Oído, objetos en el

Si el niño se queja de que tiene algo en la oreja, no se debe tratar de sacárselo. El solo intento de hacerlo puede lesionar el conducto auditivo externo o el tímpano e introducir el objeto todavía más con lo que sería aún más difícil extraerlo. Se debe acudir inmediatamente al médico o llevar al niño al hospital más próximo.
A los niños les atraen cosas tales como gui­ santes, habichuelas o granos de maíz. Estas se­ millas absorben la humedad y se hinchan, provo­ cando un dolor intenso y obstruyendo el oído.
El papel también provoca síntomas parecidos.
Los botones, las perlas y las piedrecitas que se introducen en el oído pueden causar una gran irritación.
A veces puede ser un insecto el que penetre en el conducto auditivo externo, y con sus mo­ vimientos y ruidillos asustan al niño en gran manera. Cerillas y “clips” del pelo pueden rasgar la piel y provocar una infección muy dolorosa.
Se debe advertir al niño que no debe ponerse nunca nada en los oídos, además de tener la pre­ caución de no dejar a su alcance objetos extra­ños.
Véase también Oído, dolores de

Ojo, cuerpos extraños en el

Si ha penetrado algún cuerpo extraño en el ojo, el niño se quejará en seguida de ello y si todavía no sabe hablar, llorará y se frotará los ojos de una forma insistente.
Cuando esto sucede, no se debe tratar de ha­ cer nada. La mayoría de estos objetos se elimi­ nan en pocos momentos por el lagrimeo, pero en caso contrario se llamará al médico o se le lle­ vará a un hospital.
Las pruebas que una persona profana hace para sacar un objeto extraño que haya penetrado en un ojo, pueden provocar infección e incluso la pérdida de la visión.
Si le entró un líquido nocivo en el ojo, se lava­rá con abundante agua e inmediatamente se llamará al médico o se le llevará al hospital.
Si el niño se hirió el ojo con un objeto pun­ zante como un dardo, una flecha o un cuchillo, no se tratará de abrirle los párpados, sino que se acudirá al médico o al servicio de urgencias del hospital más próximo, cubriéndole previamente el ojo con una tela o gasa limpia.
Véase también Párpados

Ojos. Cuidados en el recién na­cido

Frecuentemente, los recién nacidos tie­ nen los ojos llorosos durante las primeras sema­ nas de vida. El médico les pone nitrato de plata, antibióticos o pomadas para prevenir infecciones y esto les causa un intenso lagrimeo. Este cesa al cabo de unos días, al desaparecer la irritación, sin que sea preciso ningún tratamiento.
Sin embargo, puede originarse un lagrimeo persistente cuando es obstruido por mucosida­ des algún conducto lagrimal. Este es un pequeño tubo que va desde el lagrimal (situado en el án­ gulo interno formado por los párpados) hasta la parte interior de la nariz. Normalmente, el con­ ducto transporta las lágrimas que lubrican el ojo, pero si el conducto es obstruido, las lágrimas rebosan y salen al exterior.
Cuando los ojos del recién nacido lagrimean, se debe empapar el exceso de líquido con un trocito de algodón estéril humedecido en agua her­ vida. Si hacia los dos meses no ha cesado el lagrimeo, o éste va acompañado de irritación y enrojecimiento de los ojos, con légañas purulentas, se consultará con el pedíatra.
Véase también Conjuntivitis

Ojos, salud de los

Una buena norma para el cuidado de los ojos consiste en practi­car exámenes periódicos. Si parece tener alguna anormalidad en la vista, se consultará a un oftal­ mólogo (médico especializado en enfermedades de los ojos). El que un profano formule el diag­nóstico y el tratamiento, puede ser desastroso.
En contra de cuanto cree la opinión pública, no existen ejercicios que puedan corregir la mio­ pía, la hipermetropía o un defecto en la percep­ción de los colores. Tampoco son eficaces los suplementos vitamínicos o una alimentación es­ pecial. En los países civilizados la dieta variada de la mayoría de las personas contiene las vita­ minas suficientes para la salud de los ojos.
Lactantes. Hasta que el niño tiene varias semanas, no produce lágrimas al llorar. Al prin­ cipio sólo tiene las suficientes para mantener el ojo húmedo. Las lágrimas pasan a través de un diminuto agujero que se halla en el ángulo inter­ no de los párpados y llegan a un pequeño saco, desde donde pasan a la cavidad nasal. En algu­ nas ocasiones, este sistema se bloquea y las lá­ grimas rebosan continuamente. Puede ocurrir también que el saco lagrimal se inflame y en este caso, se deberá avisar al médico.
Durante las primeras semanas de la vida, pa­ rece que el niño cruce los ojos. Si a los seis me­ ses persiste todavía el bizqueo, es preciso que lo vea un oftalmólogo. El tratamiento iniciado pre­ cozmente puede evitar una operación posterior.
Niños un poco mayores. Los niños, al ini­ ciar el primer grado de la escuela, debieran ser explorados sistemáticamente por un oftalmólogo, ya que se ha comprobado que uno de cada cinco niños explorados, necesita ayuda para corregir al­ gún trastorno visual. En ciertos países los niños pasan por una revisión médica al entrar en la es­ cuela y gracias a ello, se pueden corregir nume­ rosos problemas visuales. No obstante, en oca­ siones son llevadas a cabo estas revisiones por personal no especializado y es por ello que se aconseja una exploración efectuada por un oftal­ mólogo cada dos años.
Los siguientes signos indican un problema visual:

  • Que el niño tropiece frecuentemente con los muebles.
  • Cruzar los ojos o fruncir excesivamente las ce­ jas o párpados cuando lee.
  • Leer con los libros muy cerca de los ojos.
  • Si tiene dolor ocular o los ojos enrojecidos con mucha frecuencia.
Cuando un niño se coloca demasiado cerca del aparato de televisión, quizá desarrolle una miopía u otros defectos de la visión. La distancia ideal es de unos 2,5 metros.

Es importantísimo que haya una buena ilumi­nación para prevenir molestias y asegurar el eficiente uso de los ojos, pero no se debe privar al niño de leer, con el fin de lograr que tenga una buena vista. Esta restricción solamente logra impedir un desarrollo normal de la habilidad vi­ sual, que lo mismo que la habilidad muscular, mejorará con la práctica y el uso.
La iluminación con muchos contrastes, como por ejemplo cuando un niño mira la televisión en una habitación a oscuras o estudia bajo la luz directa de una lámpara y el resto de la habitación sin ninguna luz, contribuye a la fatiga de los ojos. En ambos casos, es mejor que haya alguna otra luz en la habitación.
Para leer, el niño debe ver bien, pero cuando a pesar de que las exploraciones oftalmológicas y las pruebas del coeficiente de inteligencia son normales, persisten las dificultades en la lectura, se puede tratar de un problema emocional. En estos casos, a pesar de que el niño ve bien las palabras, le es imposible comprender su signifi­ cado.
Accidentes. Unicamente en los Estados Uni­dos se registran entre los niños unos 95.000 accidentes graves de los ojos. En miles de ellos, el niño pierde la visión de uno o de los dos ojos.
Las tijeras u otros objetos peligrosos, como el arco de flechas y las herramientas cortantes úni­ camente se dejarán usar por el niño cuando sea lo suficientemente mayor para comprender que son peligrosas.
Si el niño tiene una herida en el ojo, se bus­ cará inmediatamente la ayuda de un profesional.
No se le aplicará ningún líquido (excepto si es para lavar alguna sustancia irritante, como áci­ dos o gasolina), sino que se cubrirá el ojo y se acudirá al médico.
Véase también Astigmatismo; Ceguera de colores; Conjuntivitis; Dislexia; Estrabismo; Hipermetropía; Miopía; Párpados

Ombligo

El cordón umbilical une al feto con la placenta (órgano adherido al interior del útero) de la madre. Los alimentos y el oxígeno pasan de ésta al feto, a través de los vasos san­ guíneos del cordón umbilical. Las sustancias desechadas por el feto pasan del cordón umbi­lical a la placenta, donde son absorbidas por la sangre de la madre.
En el momento de nacer, se corta el cordón junto al abdomen y la cicatriz que resulta es el ombligo.
El muñón de cordón restante, se va secando gradualmente y adquiere un color oscuro. Al cabo de una semana aproximadamente, cae. Des­ pués, durante algunos días la herida ofrece un aspecto rojizo. Debe informarse al médico de cualquier particularidad sobre el ombligo del niño (rojez, hinchazón o sangre). Manténgase limpio y seco hasta que cure la herida. Segura­ mente el médico recomendará que se limpie cada día con algodón y que se lave al niño con una esponja solamente, hasta que se cure, pudiendo entonces bañarse. También es posible que reco­ miende que no se cubra la herida del ombligo, ya que expuesta al aire, cura más rápidamente.
Véase también Hernia

Orzuelo

Véase Párpados

Osteomielitis

Es la inflamación de la medula o tuétano de los huesos. La causa una bacteria que llega al hueso a través de la sangre procedente de una infección de otra parte del cuerpo, como por ejemplo un oído infectado o un furúnculo.
La osteomielitis se presenta en dos formas distintas, aguda y crónica. La aguda (breve y grave) es más corriente entre niños que entre adultos. El niño tiene fiebre, se siente desazona­ do y el hueso afecto le produce dolor. La crónica (dura largo tiempo) es más corriente entre los adultos y se caracteriza por dolores óseos y la formación de fístulas en la piel (debidas a la abertura de un absceso).
La osteomielitis es una enfermedad grave. Si se observa alguno de los síntomas indicados en un niño, debe avisarse inmediatamente al mé­ dico, quien seguramente inyectará líquidos intra­ venosos para impedir que se debilite y antibió­ ticos contra la infección. Si se ataja en seguida la enfermedad, lo más probable es que cure.

Otitis media

véase Oído, dolores de

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