- Arriba, muchacho, mira
si es que ha salido ya el sol.
- Ha debido de salir porque está cantando el gallo y enloquece el arrebol.
—Arriba, muchacho, arriba. ¿Has encendido ya el fuego?
- He acarreado la leña mientras dormía, señor, y ahora da dulce calor.
- Arriba, muchacho, mira, que oigo ruido por ahí fuera.
- Señor, es sólo la lluvia que los cristales golpea
y suena fresca en la huerta.
—Arriba, muchacho, arriba. De algo viene mi ansiedad.
- Señor, yo miro y no veo.
En la casa y en el campo todo son ecos de paz.
—Arriba, muchacho, mira.
No seas tan holgazán.
- Este muchacho, señor, está ya un poco cansado y se quisiera marchar.
Gabriel Celaya