Te contaré la historia de los dos perezosos
que querían casarse y que andaban ansiosos;
ambos la misma dama rondaban codiciosos.
Eran muy bien apuestos y ¡verás cuán hermosos!
El uno tuerto era de su ojo derecho,
ronco era el otro, cojo y medio contrahecho;
el uno contra el otro tenían gran despecho
viendo ya cada uno su casamiento hecho.
Respondióles la dama que quería casar
con el más perezoso: ése quiere tomar.
Esto dijo la dueña queriéndolos burlar.
Habló en seguida el cojo; se quiso adelantar:
—Señora —dijo—, oíd primero mi razón,
yo soy más perezoso que éste mi compañón.
Por pereza de echar el pie hasta el escalón
caí de la escalera, me hice esta lesión.
Otro día pasaba a nado por el río,
pues era de calor el más ardiente estío;
perdíame de sed, mas tal pereza crío
que, por no abrir la boca, ronco es el hablar mío.
Luego que calló el cojo, dijo el tuerto: —Señora,
pequeña es la pereza de que éste habló ahora;
hablaré de la mía, ninguna la mejora
ni otra tal puede hallar hombre que a Dios adora.
Yo estaba enamorado de una dama en abril,
estando cerca de ella, sumiso y varonil,
vínome a las narices descendimiento vil:
por pereza en limpiarme perdí dueña gentil.
Aún más diré, señora: una noche yacía
en la cama despierto y muy fuerte llovía;
dábame una gotera del agua que caía
en mi ojo; a menudo y muy fuerte me hería.
Por pereza no quise la cabeza cambiar;
la gotera que digo, con su muy recio dar,
el ojo que veis huero acabó por quebrar.
Por ser más perezoso me debéis desposar.
—No sé —dijo la dueña— por todo lo que habláis
qué pereza es más grande, ambos pares estáis;
bien veo, torpe cojo, de qué pie cojeáis;
bien veo, tuerto sucio, que siempre mal miráis.
Buscad con quién casaros, pues no hay mujer que adore
a un torpe perezoso o de un vil se enamore.
Por lo tanto, mi amigo, que en tu alma no more
defecto ni vileza que tu porte desdore.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita Versión de María Brey Mariño
me ha gustado mucho porque tiene detalles muy bonitos y preciosos