Hace miles de años, los hombres creían que el dios llamado Zeus protegía el cielo y la tierra.
Un escultor griego y sus discípulos esculpieron la estatua de Zeus en un lugar llamado Olimpia, en Grecia. Nadie había visto nunca una estatua de aquel tamaño, construida enteramente de marfil y oro. Zeus estaba sentado en un trono, y era tal su tamaño que si te hubieras subido en su hombro hubieras tenido que ponerte de puntillas para llegar a su oreja. Algunos decían que, con sólo mirar la estatua de Zeus, uno quedaba liberado de todos los problemas.
Una vez cada cuatro años, los habitantes de Olimpia celebraban una fiesta en honor de Zeus. Hoy, más de dos mil años después, atletas de todo el mundo se reúnen cada cuatro años para celebrar los Juegos Olímpicos.
La estatua gigantesca de Zeus ha desaparecido. Pero los escritores de aquella época la describieron tan detalladamente que muchos artistas posteriores han conseguido reproducirla en cuadros y esculturas.