Las letras son símbolos que representan sonidos. Hace muchos años, mucho antes de que naciera Jesucristo, una de las cosas más valiosas que podía tener una persona era un buey, porque los bueyes eran muy importantes para arar los campos.
La palabra que los antiguos egipcios pronunciaban cuando querían decir buey era “Alef”. Y cuando la representaron, procuraron que se pareciera a la cabeza de un buey, tal como se ve en el dibujo.
¿Cómo llegó la cabeza de un buey a convertirse en la letra A?
Tuvieron que pasar más de 1.500 años hasta que un pueblo llamado semita simplificara la figura suprimiendo el ojo y dejándola así:
Quinientos años más tarde, unos hombres llamados fenicios simplificaron todavía más la imagen y la cambiaron de posición.
Por último, después de otros 1.500 años, los griegos modificaron la cabeza de buey y, más tarde, los romanos le dieron el aspecto de lo que hoy llamamos “A”.
Muchas letras comenzaron a manera de dibujos, como en el caso de la A. Pero, prescindiendo del modo en que hayan ido cambiando, las letras siempre han servido de códigos para representar los sonidos que se pronuncian al hablar.