Si hubieras sido un actor de teatro en la antigua Grecia, habrías empleado una máscara.
Al representar el papel de una persona triste, llevarías una máscara de expresión lúgubre; en cambio, representando un personaje feliz, tu máscara mostraría una cara alegre.
En el caso de actuar como un hombre dichoso que de pronto recibe malas noticias, tendrías que cambiar con toda rapidez la máscara alegre por otra triste.
Las máscaras de los actores griegos eran de tamaño mucho mayor que las caras de los actores, y sus expresiones se exageraban en extremo, para que los espectadores de las últimas filas pudieran ver y entender lo que pasaba en el escenario.
Pero ésta no era la única razón de que los actores griegos usaran máscara. En efecto, gracias a ella, un mismo actor estaba en condiciones de actuar en diversos papeles durante la misma obra.
De esta manera, un actor podía representar un joven y un viejo. Para cambiar de personaje, sólo tenía que cambiar de máscara.
Quizás has visto reproducidas estas máscaras adornando el interior de algún teatro: la risueña es la máscara de la comedia, la triste simboliza la tragedia.