Ahmose, arquitecto principal del rey de Egipto, tenía un problema. Estaba llevando a cabo la construcción de un nuevo palacio para el rey y la reina. El suelo de la habitación de la reina, había de realizarse con bloques de una piedra especial traída del país de Punt.
Se fletaron barcos para recoger y transportar los bloques. Así pues, Ahmose tenía que saber exactamente cuántos bloques necesitaba. Si no pedía suficientes, los barcos habrían de volver a por más, y el rey se enojaría. Pero si pedía demasiados, significaría un despilfarro, y el rey se enojaría también.
darían la medida exacta del largo de la habitación. Y nueve cuadrados darían la medida exacta del ancho. En conjunto, necesitaría nueve filas de diez bloques cada fila. Pero ¿cuántos bloques serían?
Ahmose dibujó nueve filas de diez cuadrados cada una en un trozo de papiro. Después, contó todos los cuadrados. Había noventa: ésa era la cantidad de bloques que necesitaba.
Naturalmente, tú puedes resolver este problema con mucho mayor rapidez que Ahmose. Para saber la respuesta, lo único que has de hacer es multiplicar el número de bloques de una fila (diez) por el número de filas (nueve): 9 x 10 = 90.
La multiplicación es, en realidad, una manera rápida de contar, pero durante miles de años, la gente no supo multiplicar. Cuando quería saber cuántos ladrillos necesitaba para una pared, o cuántas baldosas para pavimentar, tenía que dibujar filas de cuadrados, como Ahmose. Y luego contar los cuadrados. Esto funcionaba bastante bien cuando se trataba de unas pocas baldosas o ladrillos. Pero cuando se necesitaban miles, hacía falta pasarse horas contando.
Hace unos quinientos años, a una persona muy inteligente se le ocurrió la idea de dibujar diez filas de diez cuadrados cada una, y poner un número en cada cuadrado. Esto es lo que ahora conocemos como tabla de multiplicar. Hace quinientos años, cualquier persona que trabajase mucho con números tenía una de estas tablas, al igual que hoy día se dispone de una calculadora de bolsillo. Si alguien quería saber cuántas eran nueve por diez, como Ahmose, buscaba el cuadrado donde se cruzaban la fila que empezaba con nueve y la fila que empezaba con diez en el otro lado. Y en ese cuadrado estaba la respuesta.
Hoy aprendemos la tabla de multiplicar en el colegio, y la retenemos en la memoria. Una persona de hace quinientos años se sorprendería de nuestra rapidez y facilidad para multiplicar, sea de memoria o usando lápiz y papel. Pero incluso así, al multiplicar lo que hacemos es contar cuadrados, igual que Ahmose, sólo que más rápidamente.