En el mundo hay millones y millones de personas.
Muchas de esas personas son niños. Unos son niños. Otras son niñas.
Niños, niñas, grandes, pequeños, personas mayores, gordos, delgados, altos, bajos…
Cuando hablan, todos dicen: “Yo”.
Carlos dice que él es “yo”.
Ana dice que ella es “yo”.
Y yo sé que yo soy “yo”.
Como todos los “yo” son personas, hay muchas cosas en que se parecen.
Todas las personas tienen cuerpo humano.
Todas las personas vinieron al mundo de una misma manera.
Todas las personas sienten cariño por alguien o algo.
Todas las personas ríen, lloran, se ponen nerviosas, se enfadan, se sienten felices, tienen miedo, hacen cosas mal hechas o se portan bien.
Todas las personas exploran el mundo con su cuerpo y con su imaginación.
Sólo las personas piensan, hablan y ríen.
Sólo las personas rezan.
Sólo las personas fabrican cosas tan complicadas como coches, televisores o cohetes.
Sólo las personas hacen cosas bonitas para que puedan disfrutarlas ellos y los demás, como poesías, cuadros, cuentos, estatuas, música, jardines, casas.
Y sólo las personas pueden hacer preguntas.
Los niños y las niñas se hacen preguntas acerca de las cosas que los rodean. Y también se hacen preguntas sobre sí mismos.
Se preguntan acerca de su cuerpo.
Se preguntan acerca de su yo interior: sus pensamientos, sus deseos y sus sentimientos.
Se preguntan si son como los demás.
Se preguntan por qué son diferentes.
Buscan respuestas.
Y a veces las encuentran en libros como éste que estás leyendo.
Por eso este libro se hizo para mí, quienquiera que sea yo.