Las flores huelen bien. Los vestidos recién lavados huelen a limpio. Un perro huele a perro. Un pescado huele a pescado. Todas las cosas tienen su olor característico. Y yo también.
Un sabueso me podría encontrar si yo me perdiera. Mi aroma impregna mis zapatos y mis ropas. Mientras ando, algo de mi aroma queda por los sitios por donde paso y en las cosas que toco. El sabueso me encontraría oliendo el suelo y siguiendo las huellas de mis pasos. Seguiría mi aroma hasta encontrarme.
Como yo tengo un aroma especial, le puedo enviar una carta a mi gato cuando estoy fuera de casa. Limpio mi cara con un trozo de papel fino. Lo doblo, lo meto en un sobre y lo echo al correo. Mi gato sabrá que le envié una carta cuando huela el papel, porque no hay nadie que tenga un olor como el mío.