No suelo pensar mucho en mi cara, porque yo vivo detrás de ella, pero las demás personas sí que se fijan en ella. A veces parece como si no se creyeran que yo me parezco a mí mismo.
La abuela cree que yo he salido a su familia.
Mi madre dice que soy igual que ella.
Mi padre dice que le da miedo que cuando yo crezca sea igual que él.
El tío Juan dice que tenemos una cara muy graciosa.
Y todo el mundo piensa que mi hermano y yo somos casi gemelos.
Pero la verdad es que mi cara no se parece a la de ninguna otra persona.
Mis ojos son azules. Y mi madre los tiene pardos.
Yo tengo pecas. Papá no.
La cara de la abuela es bondadosa. Pero tiene arrugas. Por mucho que me mire en el espejo, yo no puedo ver una arruga en mi cara.
El tío Juan es muy bromista, y tal vez me parezco un poco a él cuando nos reímos, pero no mucho.
Mi hermano tiene pecas y ojos azules, igual que yo; pero sus orejas son mucho más grandes que las mías.
Puede que yo me parezca un poco a mi abuela, y a mi madre, y a mi padre, y al tío Juan, y a mi hermano. Pero no hay nadie que tenga una cara igual que la mía.
Creo que yo me parezco a MÍ.