La manera como un niño usa su triciclo explica muchos aspectos de su desarrollo. A los tres años es un principiante que se contenta simplemente con sentarse en el triciclo. Luego empieza a pedalear. Al principio no domina el funcionamiento del triciclo. A veces quiere pedalear hacia adelante pero el triciclo va hacia atrás. Llega un momento en que conduce el triciclo orgulloso de sí mismo y de su dominio de la máquina. Pronto se da cuenta de la rapidez que puede llegar a alcanzar. Al llegar a una curva no reduce la marcha, sino que al contrario, la toma tan rápidamente como le es posible. Se acerca a la gente tanto como puede y si tiene que frenar espera hasta el último segundo. Todo esto naturalmente va acompañado de ruidos que intentan imitar el sonido de un motor “brrr, brrr” y de una bocina “mee, mee”.
Vestirse sin ayuda representa un progreso importante en su desarrollo. A los tres años sabe desabrochar los botones laterales y delanteros de su ropa, pero no consigue abotonarlos. No sabe distinguir la parte delantera de la trasera y como consecuencia muchas veces se pone los pantalones del revés. Todavía necesita ayuda para ponerse camisas, jerseys u otras prendas.
A los cuatro años se viste con relativamente poca ayuda materna, aunque tarda mucho en hacerlo. Sin embargo, ahora ya sabe abrochar y desabrochar los botones. También sabe distinguir el revés del derecho y ponerse la ropa correctamente.
El trato social
Dos niños que se pasean juntos en sus triciclos pueden desarrollar así su conciencia social. Muchas veces se limitan a juntar sus triciclos. Se empujan suavemente, con timidez. A veces estos suaves toques van acompañados de alguna carcajada, pero raramente hablan. Tal vez uno de ellos decidirá cambiar de posición y pondrá el manillar hacia una dirección distinta. El otro probablemente lo seguirá, pero no inmediatamente. La conciencia de grupo no surge todavía sobre todo con rapidez y seguridad. Es muy probable que no haya ninguna respuesta y el niño decida quedarse donde está.
Cuando se aproxima la fecha de su quinto cumpleaños, los niños se comportan de un modo muy diferente. Son incapaces de estar sentados. Saben muy bien lo que quieren y no se conceden ni un minuto de descanso.
Las tentativas inseguras, de un niño de tres años que decide correr una aventura mientras el otro le sigue indeciso, han terminado. Ahora ya juegan juntos. Hablan sobre sí mismos y hacen proyectos, disputando y riñendo a menudo. Una vez han pensado un plan, cada uno de ellos es capaz de llevarlo a cabo con pequeñas modificaciones que lo convierten en suyo propio. Ahora son criaturas sociables que disfrutan estando juntos.
El placer de la mutua compañía y la excitación de los juegos pueden resultar tan intensos que a veces “olvidan” y vuelven a casa “mojados” aunque ya tengan por costumbre no hacerlo. Pero en su orden de preferencia cada cosa tiene una categoría distinta.
El desarrollo del lenguaje
Al mismo tiempo que su conciencia social se manifiesta, siguiéndola muy de cerca se desarrolla su capacidad de expresión oral.
Las madres se quejan de que sus hijos después de cumplir los cuatro años se vuelven unos charlatanes y no callan nunca.
No se limitan a parlotear. Sus frases gradualmente van haciéndose más largas, adquieren mayor claridad e incluyen todas las partes de la oración gramatical. Lenguaje y trato social se desarrollan a la par, prestándose ayuda mutua. Naturalmente, a veces, todavía se pelean y si se los provoca repetidamente, incluso muerden y dan puntapiés. Pero poco a poco aprenden a resolver con palabras sus diferencias y disputas.
El creciente desarrollo de su capacidad de expresión verbal a veces causa molestias a las personas adultas. Hablan mucho y a menudo interrumpen a los mayores porque lo que tienen
que decir es de una importancia vital para ellos. Hablan en un tono demasiado fuerte. A los cuatro años suelen divertirse cantando canciones sin sentido y diciendo una palabra tras otra sin cesar.
Otra de las características irritantes de su lenguaje es un flujo interminable de preguntas sin fin. Estas preguntas aumentan de los tres años en adelante. Cuando intenta comprender para qué sirven las cosas, cómo funcionan y qué relaciones existen entre ellas, sus ¿cómo? y ¿por qué? no cesan de atormentar a los padres.