Cuando la nieve se amontona en lo alto de las montañas, a veces basta un grito o una palmada para provocar un alud.
La vibración de un grito o una palmada puede sacudir la nieve y hacer que empiece a deslizarse.
Una pequeña masa de nieve empuja la nieve de abajo y forma un alud que se precipita por la ladera de la montaña.
La masa de nieve que cae, si es grande, puede empujar el aire que está delante de ella con tanta fuerza que a veces la ola de viento derriba casas y árboles antes que el alud de nieve los sepulte.