Parece que las hojas no hagan nada. Sin embargo, si te fuera posible hacerte tan pequeño que pudieras espiar en el interior de una hoja, ¡qué sorpresa te llevarías!
La luz del sol penetra en las hojas a través de su piel, que es transparente como un cristal. Bajo la piel hay millones de pequeños «sacos» llamados células. Estas células son como diminutas pelotas llenas de agua y de gelatina viviente. Dentro de las células hay unos paquetitos verdes llamados cloroplastos. Los cloroplastos son verdes porque están llenos de una sustancia verde llamada clorofila. La clorofila recoge parte de la luz que llega a la hoja.
Mientras los verdes paquetitos recogen luz del sol, ocurren otras cosas en las hojas. El aire llega al interior de éstas a través de muchos orificios pequeños. El agua, que sube desde las raíces, se mueve dentro de las hojas. El aire y el agua se mezclan y penetran en las células.
Estas células son como pequeñas fábricas de alimentos. En ellas, la verde clorofila continúa trabajando. Utilizando la energía de la luz del sol, transforma en azúcar el agua y un gas que hay en el aire (llamado dióxido de carbono). Parte de este azúcar sirve de alimento para la planta. El resto se mezcla con minerales procedentes del suelo y se convierte en otras clases de alimentos.
Así, durante todo el verano, las hojas se ocupan en aquello que saben hacer mejor: elaborar alimento.
Agua Luz solar Aire |
La luz del sol atraviesa la superficie transparente de la hoja. El aire le llega por unos pequeños agujeros que parecen bocas. El agua penetra por unos tubos que hay en el tallo. Gracias a la potencia de la luz solar, la clorofila de la hoja transforma el aire y el agua en alimentos para la planta. |
Células y cloroplastos
Las hojas están hechas de pequeños «sacos» llamados células. En el interior de las células hay unos paquetitos verdes llamados cloroplastos. En ellos se elabora el alimento.