A veces, las aceras están hechas de grandes losas rectangulares de cemento, y entre cada dos de ellas hay una pequeña juntura. Algunas personas creen que trae mala suerte pisar esas rayas. Pero tal creencia no es más que una superstición, pues las junturas tienen una utilidad precisa. Cuando el sol cae a plomo sobre la acera, ésta se calienta y comienza a dilatarse. Si no encuentra espacio para extenderse, la superficie se abomba y comienza a agrietarse. Para impedirlo, se dejan entre las losas unos espacios huecos, parecidos a pequeños canales, que permiten la dilatación. A medida que las aceras se dilatan bajo el calor solar, esas junturas se hacen cada vez más angostas. Pero si el sol llegara a ser en verdad demasiado cálido, el breve espacio se estrecharía hasta tal punto que las aceras se agrietarían igualmente. |
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