El ascensor
que trabaja
diligente
sube y baja
a mucha gente.
Al botones obedece,
no es remiso ni replica
y va al piso que le indica.
Si un día no se para,
subirá
como el viento
y llegará al firmamento.
No para nunca:
entran tres,
salen dos
y cada vez dicen: adiós, adiós.