— ¡Rosalinda! —llama Femando. Una cabeza rubia asoma por la ventana. Es Rosalinda, que grita desesperada: — ¡Femando, Femando; sácame de aquí! —No te preocupes, dulce Rosalinda —dice Fernando—. Mañana a medianoche, vendré a liberarte.
Medianoche. Fernando se acerca al castillo, escala la tapia y libera a Rosalinda. Pero, cuando se disponen a alejarse, llegan los enemigos. Fernando empuña la espada y se desencadena una tre
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menda batalla. Golpe tras golpe, Femando abate a los enemigos. Feliz, abraza a su amada Rosalinda y juntos se alejan por el camino.
