Hoy que tengo dinero lo gastaré en la tienda de animales. ¡Qué idea tuve tan estupenda!
Quiero comprarme un perro… O aquel loro que está sobre un barrote y mira hacia abajo. O quizá
el monito que trepa por el árbol. ¡Qué pena que lo tengan al pobre atado a una cadena!
Tal vez se escaparía. Cualquier cosa le asusta y corre como un loco. Por esto a mí me gusta.
Pero prefiero un perro. Un perro que me siga y que me mire siempre con su mirada amiga.
Como este que levanta la pata, y yo me digo si me estará pidiendo que lo lleve conmigo.
0 aquellos dos que ladran, no sé si divertidos
O enfadados. O bien estos que están dormidos,
Mientras su madre vela con su mirar redondo.
¿Y si comprara aquella jaula que está en el fondo,
Con cinco periquitos? No. Sin duda prefiero un perrito, y ya sé cuál de los siete quiero.
El recado del señor escarabajo
El señor escarabajo, que sabe andar tan despacio, duro, negro, atolondrado, no sirve ni para dar un recado. Ha llegado:
todos le estábamos esperando, y se le ha olvidado.
Diego Díaz Herrero
El escarabajo anda con trabajo.
Trepa por la mano, va de dedo en dedo. El niño le mira sin asco ni miedo.
Porque le parece muy interesante su negro pulido
tan duro y brillante.
Se pone las gafas para ver mejor, y el escarabajo se hace un gran señor
de traje planchado, lento de registro y con más empaque que un señor ministro.
El escarabajo anda con trabajo.
Javier Vii.ar