Esta noche va a nevar.
¿Qué va a hacer el jilguero? El jilguerito, ¿qué hará ?
Se sentará en el granero y allí se calentará.
En el manto de las alas su cabeza esconderá.
¡Pobrecito jilguerito!
¡Vuela, que te vas a helar!
Anónimo
Sopla, viento del este, que aquí nada se mueve.
La tierra está esperando sentir tu paso alegre.
Los árboles se han puesto de puntillas por verte.
No te demores. Sopla, llega, viento del este.
Escúchame. Te llamo desesperadamente.
José Agustín Goytisolo
Alejandro Casona
La niebla
Rodando por el monte bajó la niebla al campo.
Se enredó en las aliagas, se despeinó en los álamos, se prendió en los espinos, se recostó en los pastos.
Dejó todo el paisaje con los ojos vendados.
¿Dónde va de mañana la niña blanca, si la nieve ha cuajado por la montaña ?
Cuando sube a la sierra la blanca niña, en arroyos la nieve huye de envidia.
No corráis, vientecillos, con tanta prisa, porque al son de las aguas duerme mi niña.
Anónimo
Haciendo la ronda se nos fue la tarde.
El sol ha caído; la montaña no arde.
Pero la ronda seguirá aunque en el cielo el sol no está.
Gabriela Mistral
Del cielo caen copos de plata, rayos de luna, luz escarlata, cristales de agua, vientos suaves, nubes de plomo, bandas de aves, cae la noche, la sombra crece, nacen estrellas.
Cuando amanece todos admiran, maravillados, flores posadas sobre los prados.
Lope de Vega
Cantar
Montañas heladas y soberbios riscos, antiguas encinas y robustos pinos, dad paso a las aguas en arroyos limpios que a los valles bajan de los hielos fríos. Canten ruiseñores y con dulces silbos sus amores cuenten a estos verdes mirtos. Fabriquen las aves con nuevo artificio para sus hijuelos amorosos nidos.
Ya viene doña Tormenta; ya viene con su tormento, y a los negritos de Cuba les pone el flequillo tieso.
En los cipreses, los búhos.
En los pinos, las lechuzas.
En los álamos, los grajos.
En las escobas, las brujas.
¡Abracadabra!
¡Patas de cabra!
¡Todos lo gritan!
¡Todos lo hablan!
Los pájaros vuelan sobre la montaña.
Gloria Fuertes
Todos los percebes en las peñas cantan.
Todas las gaviotas sobre el mar aguardan á doña Tormenta con su lluvia larga, con sus rayos negros, con su capa blanca.
Gusanos de seda mueren en las ramas, bajo la tormenta del Abracadabra.
Los buhos tiritan debajo del agua.
- en el estanquillo se ríen las ranas.
- los labradores rezan a la Santa.
¡ Cómo suena el viento, hijo!
¡ Hijo, cómo suena el viento! Como correas restallan sus desatados cabellos…
Duérmete bien tapadito; no le escuches, que da miedo… Cerraremos las ventanas, avivaremos el fuego…
Madre, déjame salir.
Yo encadenaré a ese viento. Haré trenza de sus crines para mi látigo nuevo.
ÁNGELA FlGUERA AYMERICH
No tengas miedo al ruido que se oye fuera, es el viento que corre sobre la hierba.
No tengas miedo al viento que él es tu amigo, el viento Sur es bueno para los niños.
- cuando venga el día saldrás al campo y jugarás con el viento sobre los prados.
José Luis Hidalgo
Vientecitos suaves
Vientecitos suaves, templad la risa; parad, callad, no sopléis; pues que duerme y descansa mi niña, no me la despertéis.
José de Valdivieso
En las mañanicas del mes de mayo cantan los ruiseñores, se alegra el campo.
En las mañanicas, como son frescas, cubren los ruiseñores las alamedas.
Ríense las fuentes tirando perlas a las florecillas que están más cerca.
Vístense las plantas de varias sedas, que sacar colores poco les cuesta.
Los campos alegran tapetes varios; cantan los ruiseñores, se alegra el campo.
Lope de Vega
Sin rosas ha nacido la primavera, y pide una limosna de puerta en puerta. Dale tú, niña, un puñado de rosas de tus mejillas.
Popular
Mapas. Geografía.
Lección de paisaje.
El atlas nos guía.
¡ Qué bueno el viaje!
Islas, ríos, montes, y ya no te escapas.
Anchos horizontes.
El mundo en los mapas.
El pueblo vecino y el país lejano.
Un mismo destino: ambos en tu mano.
Nombres de otros hombres. Ve si los atrapas.
¡ Qué cielo de nombres, viajar por los mapas!
Mares, tierras, lejos y tan cerca todo.
Mundos nuevos, viejos, cada uno a su modo.
Recorre los mapas: ya tienes pasaje.
¡Adiós, si te escapas, y feliz viaje!
El cielo se ha cubierto de nubes blancas. Parece que las colinas están cansadas y duermen quedas sobre los lomos de mi yeguada.
En mi regazo la oveja te mira y bala.
- yo, que del ganado y el prado soy ama, me siento triste y vagan mis ojos en lontananza.
Niño indio, si estás cansado tú te acuestas sobre la Tierra, y lo mismo si estás alegre, hijo mío, juega con ella…
Se oyen cosas maravillosas al tambor indio de la Tierra: se oye el fuego que sube y baja buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos en cascadas que no se cuentan. Se oye mugir los animales; se oye el hacha comer la selva. Se oyen sonar telares indios, se oyen trillas, se oyen fiestas.
Donde el indio lo está llamando, el tambor indio le contesta, y tañe cerca y tañe lejos, de que huye y de que regresa…
Todo lo carga, todo lo toma y no hay tesoro que lo pierda, y lleva a cuestas lo que duerme, lo que camina y que navega, y lleva a vivos y lleva a muertos el tambor indio de la Tierra.
Gabriela Mistral
¡Cuidado, no cruces la esquina! que un coche pasando está tocando la bocina: tra-tá, tra-tá, tra-tá.
Ya va llegando el tren con su negra locomotora, los niños lo ven y lo oyen: chi-tora, chi-tora, chi-tora.
Es hora de ir a la escuela, así lo dijo mamá, viendo el reloj que decía: tic-tac, tic-tac, tic-tac.
La fábrica con su chimenea lo llena todo de humo, y llama con su sirena: rúo-uo, rúo-uo, rúo-uo.
Y la iglesia en la plaza tiene campanas que dan la hora que pasa: din-dan, din-dan, din-dan.
Tibor Sekelj
En mi calle, todas las noches brillan los faros de los coches.
Contemplo desde mi ventana cómo se arrastran con desgana; pasan lentos y brillantes como escarabajos gigantes.
Dejan tras sí un rastro de plata, de luces verdes y escarlata.
Canción de la monja en bicicleta
María Elena Walsh
Se me ha sentado un ángel en el manubrio.
Me acarician las alas del ángel rubio.
Estaba muy cansado de volar siempre; por eso me ha pedido que lo pasee.
La gente por la calle mira y se ríe de la monja contenta y el ángel triste.
Hermano viento, ayuda nuestra carrera: queremos ir al cielo en bicicleta.
Viene a recogernos un autobús verde, un autobús verde que nunca se pierde: conoce las calles, conoce las casas, todos los rincones, toda la ciudad.
Sabe dónde vives o por dónde pasas y regula siempre su velocidad.
¡Luz roja! El brillante autobús se para.
¡ Luz verde! Prosigue su marcha. Y es rara la vez que no hallemos cosas muy de ver, pues nos lleva como por cien paraísos, nuestro autobús verde, que tiene dos pisos, y nunca se cansa de andar y correr.
La veloz locomotora, cual relámpago de hierro que se tizna, que se dora, los kilómetros devora y arrogante y aulladora cruza el llano y sube al cerro.
De humo blanco empenachada —negro el hierro, de oro el horno—, por un túnel enhebrada, ya tiznada, ya dorada, con frenética pitada va anunciándose al contorno.
De los cerros escapada con zancadas de gigante va la máquina lanzada sobre un puente trepidante.
Ante el horno llameante la silueta del foguista,* por el fuego perfilada, ya se tizna, ya se dora.
- en su puesto el maquinista con mirada vigilante los peligros avizora.
Vencedora y resonante, ya dorada, ya tiznada, allá va desenfrenada la veloz locomotora…
Germán Berdiales
Tren del día, detenido frente al cardo de la vía.
Trenes
—Cantinera, niña mía, se me queda el corazón en tu vaso de agua fría.
Tren de noche, detenido frente al sable azul del río.
—Pescador, barquero mío, se me queda el corazón en tu barco negro y frío.
Rafael Alberti
Por entre olivos y olivos, mira cómo corre el tren.
Por entre olivos y olivos.
¿Lo ves, no lo ves correr?
El tren de las dos y media.
¡El tren!
Por entre olivos y olivos,
¿ quién vendrá, quién vendrá en él ?
¿Vendrá un platero de Córdoba? ¿Un labrador de Jaén?
Por entre olivos y olivos,
¡ya llega, ya, niña, el tren!
Juan Rejano
Como un gran pájaro de acero cruza el avión el cielo entero.
Aeroplano: en mi mano yo te quiero.
Yo quiero ser un buen piloto, volar muy alto al cielo ignoto.
Aeroplano: en mi mano ya te noto.
Javier Vilar
El ascensor que trabaja diligente sube y baja a mucha gente.
Al botones obedece, no es remiso ni replica y va al piso que le indica.
Si un día no se para, subirá
como el viento y llegará al firmamento.
No para nunca: entran tres, salen dos y cada vez dicen: adiós, adiós.
En los grandes almacenes es lo que me gusta más: sube a todos sin esfuerzo, ¡es un invento genial!
La escalera automática
Las señoras cargadísimas ya no pueden comprar más. Los señores elegantes van leyendo sin mirar. Pones un pie en el peldaño y no puedes volverte atrás.
—He llegado. —Ya vuelvo. —Te vengo a ver.
—No me esperes. —Mañana te abrazaré.
Uno, dos, tres, uno, dos, tres, los palos del telégrafo junto a mi tren.
Celia Viñas
Uno, dos, tres, otra vez
los palos del telégrafo junto a mi tren.
Uno, dos, tres, uno, dos, tres.
¡ Cómo me gusta irme para volver!
Telegramas azules pondré después.
Norte, sur, este, oeste, uno, dos, tres.
Una carta es como un hada o como un duende, un papel, casi nada, que habla por mí y se lleva mi voz lejos de aquí y va donde yo quiero.
Pasa ríos: el Ebro, el río de la Plata, el Duero, atraviesa mares, cruza montañas, baja a la mina, vuela, corre, navega, camina; y cuando llega no está nada cansada como si la hubiese llevado en sus alas un hada.
Ricardo E. Pose
El capitán
Madre, ya tengo mi barco y tengo tripulación: velero de cuatro palos, marineros de cartón.
Mañana por la mañana cuando se levante el sol me iré, mandando en el barco mi brava tripulación.
Prepara pronto mi gorra,
¡mi gorra de capitán!, que la blusa marinera la abandoné junto al mar.
-Madre, vísteme a la usanza de las tierras marineras: el pantalón de campana, la blusa azul ultramar y la cinta milagrera. -¿Adonde vas, marinero, por las calles de la tierra ? -¡Voy por las calles del mar!
Rafael Alberti
¡Traje mío, traje mío, nunca te podré vestir, que al mar no me dejan ir! Nunca me verás, ciudad, con mi traje marinero. Guardado está en el ropero, ni me lo dejan probar.
Mi madre me lo ha encerrado, para que no vaya al mar.
Rafael Alberti
Barco carbonero, negro el marinero.
Negra, en el viento, la vela. Negra, por el mar, la estela. ¡Qué negro su navegar!
La sirena no le quiere.
El pez espada le hiere. ¡Negra su vida en la mar!
Rafael Alberti
¡Qué altos
los balcones de mi casa! Pero no se ve la mar.
¡ Qué bajos!
Sube, sube, balcón mío, trepa al aire, sin parar: sé terraza de la mar, sé torreón de navio.
Marinero en tierra
—¿ De quién será la bandera de esa torre de vigía? —¡Marineros, es la mía!
Rafael Alberti
Si yo nací campesino, si yo nací marinero,
¿ por qué me tenéis aquí, si este aquí yo no lo quiero ?
El mejor día, ciudad a quien jamás he querido, el mejor día —¡ Silencio !— habré desaparecido.
R^t^lberti
A la orilla del mar busco un pez colorado, como soy chiquitína se me escapan las manos.
Canción de Maitina
Se me escapan las manos, se me van con la luna, y las olas que saltan me salpican de espuma.
Me salpican de espuma y el vestido me mojan.
A la orilla del mar,
¡ cómo saltan las olas!
¡ Cómo saltan las olas!
¡ Cómo llegan saltando! Con la ola más grande viene un pez colorado.
Viene un pez colorado, yo no puedo cogerlo, como soy chiquitína se me rompen los dedos.
Luis Felipe Vivanco :
La sandía sonríe al abrirse.
¿ Para quién ?
Concha Zardoya
I Para quién la sandía del blanco ?
¿Para quién?
I Para el negro que siega la caña?
¿Para quién?
En el fondo del mar hay una casa de cristal.
A una avenida de madréporas da.
Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo de flores de coral.
Duermo en una cama un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños a través del cristal.
En el bosque verde que me circunda —din don… din dan— se balancean y cantan las sirenas de nácar verdemar.
- sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo, las erizadas puntas del mar.
Alfonsina Storni
¡Ay, señora, mi vecina!…
¡ Ay, señora, mi vecina, se me murió la gallina!
Con su cresta colorada y el traje amarillo entero, ya no la veré ataviada, paseando en el gallinero, pues señora mi vecina, se me murió la gallina domingo de madrugada; sí, señora, mi vecina, domingo de madrugada; ay, señora, mi vecina, domingo de madrugada.
¡ Míreme usted cómo sudo, con el corral enlutado y el gallo viudo!
¡ Míreme usted cómo lloro, con el pecho destrozado y el gallo a coro!
¡Ay, señora, mi vecina, cómo no voy a llorar si se murió mi gallina!
Nicolás Guillén
¡El son! ¡El son! ¡El son!
¿ La cebra galopando ?
¡El son! ¿Oyes el son?
¿ Inmensos elefantes, llamados por un dios ?
¡El son! ¡El son! ¡El son!
¿ Invitan a la danza ?
¿El son del agua? ¡El son! Tam-tam que no se calla… ¡Que bailes, negro! ¡El son!
Concha Zardoya
¡El son! ¡El son! ¡El son!
- bailas de alegría, y bailas de dolor,
y bailas cuando odias, y bailas por amor.
¡El son! ¡El son! ¡El son!
- bailas cuando rezas: tu baile es devoción.
Tu baile es pasatiempo, conjuro bajo el sol.
¡El son! ¡El son! ¡El son! La arena de la pena se pisa en el danzón.
- bailes o no bailes, te baila el corazón.
¡El son! ¡El son! ¡El son!
Eres feliz en la noche,
más feliz que el hombre blanco.
Si quieres, nadie te ve lo que haces con tus manos, lo que haces con tus pies, lo que haces con tus labios.
Invisible, bailas danzas, a la luna das tus saltos.
Haces guiños tras la sombra y deshaces pena y llanto.
¡ En la noche de Luisiana eres más feliz que el blanco!
Concha Zardoya
Cuelga colgada, cuelga en el viento, la gorda luna de Barlovento.
Mar: Higuerote. (La selva untada de chapapote.)
Río: Río Chico.
(Sobre una palma, verde abanico, duerme un zamuro de negro pico.)
Blanca y cansada la gorda luna cuelga colgada.
El mismo canto y el mismo cuento, bajo la luna de Barlovento.
Negro con hambre, piernas de soga, brazos de alambre.
Negro en camisa, tuberculosis color ceniza.
Negro en su casa, cama en el sudo, fogón sin brasa.
¡ Qué cosa cosa, más triste triste, más lastimosa!
(Blanca y cansada, la gorda luna cuelga colgada.)
Suena, guitarra de Barlovento, que lo que digas lo lleva el viento.
—Dorón dorando, un negro canta, y está llorando.
—Dorón dorendo, sepan, amigos, que no me vendo.
—Dorón dorindo, si me levanto, ya no me rindo.
—Dorón dorondo, de un negro hambriento yo no respondo.
(Blanca y cansada, la gorda luna cuelga colgada.)
Nicolás Guillén
Por el mar de las Antillas anda un barco de papel: anda y anda el barco barco, sin timonel.
De La Habana a Portobelo, de Jamaica a Trinidad, anda y anda el barco barco, sin capitán.
Una negra va en la popa, va en la proa un español: anda y anda el barco barco, con ellos dos.
Pasan islas, islas, islas, muchas islas, siempre más; anda y anda el barco barco, sin descansar.
Un cañón de chocolate contra el barco disparó, y un cañón de azúcar, zúcar, le contestó.
¡Ay, mi barco marinero, con su casco de paj^el!
¡ Ay, mi barco negr« ‘^ufaneó sin timonpl! . •«’
I:-* ■ • ■
.. jm ¡.
Allá va la riegra negra, junto jup^to al español; anda y. anda el barco barco con c31<>s dos.
Jgfi: ‘- ‘ Nicolás Guillén
Canción de cuna para despertar a un negrito
Una paloma cantando pasa: —¡Upa, mi negro, que el sol abrasa! Ya nadie duerme, ni está en su casa; ni el cocodrilo, ni la yaguaza, ni la culebra, ni la torcaza… Coco, cacao, cacho, cachaza, ¡upa, mi negro, que el sol abrasa!
Negrazo, venga con su negraza.
¡Aire con aire, que el sol abrasa! Mire la gente, llamando pasa gente en la calle, gente en la plaza, ya nadie queda que esté en su casa… Coco, cacao, cacho, cachaza,
¡ upa, mi negro, que el sol abrasa!
Negrón, negrito ciruela y pasa, salga y despierte, que el sol abrasa, diga despierto lo que le pasa…
Ya nadie duerme, ni está en su casa: ¡coco, cacao, cacho, cachaza, upa, mi negro, que el sol abrasa!
Nicolás Guillén
Pero señor
Si yo pudiera viajar hacia la luna, viajara, pero señor,
para averiguar si tiene limpia la cara.
Pero señor,
pero señor, señor mío, pero señor, y saber si hace calor o es que hace frío.
Pero señor.
Tiene el pintor sus pinceles, tiene el poeta su pluma, pero señor,
el viento tiene sus pájaros y el mar su espuma.
Pero señor,
pero señor, señor mío, pero señor, la iguana tiene calor y el oso, frío.
Pero señor.
Antes yo no sabía por qué debemos todos —día tras día-
seguir siempre adelante, hasta, como se dice, que el cuerpo aguante.
Ahora lo sé.
Si te vienes conmigo te lo diré.
José Agustín Goytisolo
Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos.
José Agustín Goytisolo
- había, también, un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado.
Todas estas cosas había una vez. Cuando yo soñaba un mundo al revés.
Feliz, en tus campos. Feliz, en tu huerto. Feliz, en la aldea de tu nacimiento.
Feliz, en tu puerta que no bate el viento. Feliz, en la sombra que teje tu alero.
Feliz, en tu mundo. Feliz, si no lejos de todo lo tuyo. ¡Feliz, en tu reino!
(¡Feliz, en sus brezos, el manso conejo!)
Concha Zardoya
Las grandes palabras no hierven el agua.
Las grandes palabras no sirven de nada.
Los actos que hagas moverán montañas.
Concha Zardoya
Camilo J. Cela
Armando Mondéjar López es un niño preguntón; tiene el pelo colorado del color del pimentón.
(La naranja ya está seca, amarillo está el limón.)
(La sandía está llorando, está riendo el melón.)
Armando Mondéjar López se queda parado al sol; su pelambrera rebrilla como arde su corazón,
y en su mirada se enciende, poco a poco, la ilusión. Tiene el pelo colorado del color del pimentón.
Anónimo
Por el mes era de mayo cuando hace la calor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor, sino yo triste, cuitado que vivo en esta prisión, que ni sé cuando es de día ni cuando las noches son sino por una avecilla que me cantaba al albor: matómela un ballestero;
¡ déle Dios mal galardón!
Manuel Flores va á morir.
Eso es moneda corriente; morir es una costumbre que sabe tener la gente.
Mañana vendrá la bala y con la bala el olvido; lo dijo el sabio Merlín: morir es haber nacido.
- sin embargo me duele decirle adiós a la vida, esa cosa tan de siempre, tan dulce y tan conocida.
Miro en el alba mis manos, miro en las manos las venas; con extrañeza las miro como si fueran ajenas.
¡ Cuánta cosa en su camino estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán después que me juzgue Cristo.
Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente; morir es una costumbre que sabe tener la gente.
Jorge Luis Borges
Te contaré la historia de los dos perezosos que querían casarse y que andaban ansiosos; ambos la misma dama rondaban codiciosos.
Eran muy bien apuestos y ¡verás cuán hermosos!
El uno tuerto era de su ojo derecho, ronco era el otro, cojo y medio contrahecho; el uno contra el otro tenían gran despecho viendo ya cada uno su casamiento hecho.
Respondióles la dama que quería casar con el más perezoso: ése quiere tomar.
Esto dijo la dueña queriéndolos burlar.
Habló en seguida el cojo; se quiso adelantar:
—Señora —dijo—, oíd primero mi razón, yo soy más perezoso que éste mi compañón.
Por pereza de echar el pie hasta el escalón caí de la escalera, me hice esta lesión.
Otro día pasaba a nado por el río,
pues era de calor el más ardiente estío;
perdíame de sed, mas tal pereza crío
que, por no abrir la boca, ronco es el hablar mío.
Luego que calló el cojo, dijo el tuerto: —Señora, pequeña es la pereza de que éste habló ahora; hablaré de la mía, ninguna la mejora ni otra tal puede hallar hombre que a Dios adora.
Yo estaba enamorado de una dama en abril, estando cerca de ella, sumiso y varonil, vínome a las narices descendimiento vil: por pereza en limpiarme perdí dueña gentil.
Aún más diré, señora: una noche yacía en la cama despierto y muy fuerte llovía; dábame una gotera del agua que caía en mi ojo; a menudo y muy fuerte me hería.
Por pereza no quise la cabeza cambiar; la gotera que digo, con su muy recio dar, el ojo que veis huero acabó por quebrar.
Por ser más perezoso me debéis desposar.
—No sé —dijo la dueña— por todo lo que habláis qué pereza es más grande, ambos pares estáis; bien veo, torpe cojo, de qué pie cojeáis; bien veo, tuerto sucio, que siempre mal miráis.
Buscad con quién casaros, pues no hay mujer que adore a un torpe perezoso o de un vil se enamore.
Por lo tanto, mi amigo, que en tu alma no more defecto ni vileza que tu porte desdore.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita Versión de María Brey Mariño
Ya lo tenéis apenas me veo mis palabras que no se las lleve el viento
Poner lo escrito hay cosas que ni queriendo las repito
Lo que dije que era el viento no debería estar borrado. Borra el viento a su paso con tanta brisa parejas de enamorados.
Pues yo sin memoria ni pareja solo recuerdo una brisa que no cesa y la ausencia de mi princesa. De .I bica el aire era suyo era un arrullo. Yo solo fui un gran capulo