Piensa un poco: si usáramos un idioma de imágenes en vez del alfabeto, no tendrías que esforzarte en aprender a leer. La escuela sería fácil. Solamente tendrías que mirar unos dibujos.
¿Resultaría tan fácil como parece? Vamos a comprobarlo. Sin palabras, tratemos de escribir: “Un hombre monta a caballo”.
Esto es muy sencillo; haríamos un dibujo así:
Pero, ¿y si quisieras escribir: “Un hombre llamado Juan monta a caballo”?
Puedes dibujar un hombre montado a caballo; sin embargo, ¿cómo harías para representar el nombre de Juan? Una solución sería inventar unos rasgos que significaran Juan y escribirlos así sobre el hombre:
Pero ahora ya no tenemos un idioma sólo en má-genes. Nos ha sido preciso trazar unos rasgos que, aunque no parecen nada más que rasgos, tienen cierto sentido, pues representan algo que el dibujo aislado no podía indicamos.
Las letras que utilizamos en nuestro lenguaje escrito son rasgos que tienen sentido. Los trazos o signos que empleamos para expresar el nombre “Juan” son así:
JUAN
Y, ¿cómo escribirías: “Muchos hombres montan a caballo”? ¿Trazarías tres, cuatro o cinco dibujos de hombres cabalgando?
Y, si realizaras estos dibujos, ¿cómo sabrías que cinco significa “cinco” y no “muchos” ? |
De nuevo necesitarías unos signos, ahora para decir “muchos”. Las letras nos facilitan estos signos, que son: |
MUCHOS
Después de todo, quizá resulte más fácil aprender a escribir con las letras del alfabeto que aprender el lenguaje de las imágenes.