Pájaros de oro, grandes discos de oro, círculos de plata del tamaño de ruedas de carro, una máscara de oro enjoyada, un yelmo lleno de polvo de oro: he aquí la clase de regalos que envió el emperador azteca Moctezuma II a Hernán Cortés cuando éste desembarcó por primera vez en México.
Cortés y sus hombres quedaron encantados con los regalos. Sabían que si en aquella tierra recién descubierta se encontraban el oro y la plata con tanta facilidad, todos serían ricos.
Pero antes, debían corresponder a los regalos de Moctezuma.
Qué podían darle que fuera comparable a los maravillosos obsequios recibidos?
Cortés sólo regaló a Moctezuma unos fragmentos de vidrio corriente y algunos simples juguetes; estos obsequios no eran mejores que las cosas que se pueden comprar en un tenderete de cualquier feria pueblerina.
Cabría pensar que Moctezuma se sintió ultrajado al recibir aquellos trocitos de vidrio a cambio de su oro. Pero no fue así. Se entusiasmó con el obsequio ya que contemplaba el vidrio por primera vez, y las pequeñas bolas coloreadas despertaron su admiración.
Todo material, oro, cristal, plata, hojalata, diamantes o conchas marinas, puede tener valor si crees que lo tiene.