«Había una casa. Las ventanas de los cuatro lados estaban orientadas al sur. Un oso se paseaba por delante de la casa. ¿Qué clase de oso era?»
Esto es lo que me preguntó mi abuelo. Y no quería decirme la respuesta.
Y yo pensaba y pensaba. Durante muchos días estuve pensando en osos: gris, negro, blanco, pardo.
Recordé los osos del parque, y los osos de los circos, e incluso los osos de los dibujos animados.
Pensé en toda clase de casas: grandes, pequeñas, de madera, de ladrillo, de bambú y de hielo.
Pensé en todas las ventanas que se puede pensar. Y también pensé acerca del norte, del sur, del este y del oeste… Norte, ¡el polo norte!
Aquel día le dije a mi abuelo: «Abuelito, ya sé qué oso era. ¡Era un oso blanco!» Y entonces le expliqué cómo llegué a saberlo.
Mi abuelo se puso muy contento. Me dijo: «¡ Has empleado la cabeza! ¡Esto es pensar!»
Sólo piensan las personas. Yo pienso.
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