Lo ideal es tener un médico que pueda acudir cuando el niño se pone enfermo. Tiene muchas ventajas una relación continua con un médico, desde el momento del nacimiento, cuando el niño es examinado por primera vez. A través de las vacunaciones y de visitas periódicas, éste llega a conocer profundamente al niño. Establece una corriente de simpatía con él, así como con los padres, quienes le otorgan su confianza por cuanto es capaz de tratar al niño y diagnosticar, siempre que es necesario.
Esta guía no se ha redactado para sustituir al médico de cabecera, sino para ayudar a que los padres conozcan y traten síntomas que requieren unos primeros e inmediatos cuidados, como en el caso del shock. También se ha escrito para que, ante determinados síntomas como una erupción, un dolor de garganta, fiebre elevada o estado aletargado, entre otros, se llame al médico a fin de que establezca el diagnóstico y formule un tratamiento. Y sobre todo, al ofrecerla a los padres se pensó en facilitar la relación entre éstos y el médico.
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