Todos los padres desean mantener sanos a sus hijos, pero a pesar de todos los cuidados, éstos se hallan expuestos a que diversos fenómenos alteren su salud. De forma imprevista, el niño puede tener fiebre o quejarse de dolor de oidos o de estómago. También es posible que se contagie de varicela, paperas, sarampión o cualquier otra enfermedad infecciosa.
Cuando el niño enferma, es preciso conservar la calma y recordar que la mayoría de los niños vuelven a la normalidad después de casi todas las enfermedades.
Es natural que el niño se halle triste y abatido cuando no se siente bien. También es posible que se muestre indiferente e irritable. En estos casos, lo mejor para él es la amabilidad y comprensión, aunque no de forma exagerada, puesto que si observa que su estado preocupa e inquieta, reaccionará sirviéndose de su situación para abusar de los que le rodean.
Cuando el niño se siente enfermo, hay que procurar ofrecer una información lo más precisa posible. En primer lugar se le tomará la temperatura, indicando luego si ésta es bucal o rectal. Se comunicará al médico si el niño tiene una erupción, dolor en la garganta, ganglios hinchados o dolores musculares. También si su respiración es irregular o si tiene síntomas que la madre crea que son de importancia. Cualquier orientación que se pueda dar al médico sobre el estado del niño le ayudará a establecer el diagnóstico y formular ei tratamiento.
Hay que procurar convencer al niño de que cumpliendo lo que el médico diga pronto estará
bien. Si se halla enfermo de gravedad o tiene que guardar cama durante algún tiempo, es aconsejable darle una explicación sobre su enfermedad, para ahuyentar falsos temores que pudiera tener. No es preciso agobiarle con detalles, pero tampoco se le debe mentir.
Cómo proporcionar comodidad al niño enfermo. La habitación ideal del enfermo debería tener fácil comunicación con el resto de la casa y estar orientada de forma que se pudiera oír al niño cuando llama. Se debe mantener ordenada y a media luz. Mientras se cuida al niño, hay que hacer las cosas de manera que éste se halle lo más cómodo posible. La cama estará de modo que la madre pueda moverse fácilmente a su alrededor. Si es posible ponerle cerca de la ventana para que el enfermo pueda ver el exterior evitando, naturalmente, las corrientes de aire, éste se distraerá más. El niño se sentirá menos aislado si la cama está puesta de manera que la madre pueda verle y él a su vez, ver lo que el resto de la familia está haciendo. La habitación tiene que estar bien ventilada y la temperatura oscilar entre 20 y 22° C. Así será innecesario agobiarlo con mantas gruesas y se hallará más cómodo.
Durante la enfermedad se debe bañar al niño por partes, para evitar que se enfríe, envolviendo el resto de su cuerpo con una toalla grande y secándolo bien.
Un travesero puesto en la cama, ahorrará tiempo y trabajo. Para confeccionarlo se dobla una sábana por la mitad, en el sentido del largo y se coloca cruzando la de abajo de manera que abarque desde las rodillas hasta los hombros del niño, remetiendo cada uno de los extremos por debajo del colchón. Si se necesita un hule, se coloca entre la sábana de abajo y el travesero. De esta forma, en caso necesario, se puede cambiar éste último sin necesidad de deshacer la cama.
Cómo dar los medicamentos al niño. El enfermo puede oponerse a tomar los medicamentos, especialmente si la madre con las palabras o la expresión de su cara, le indica que tienen mal sabor. La mejor manera de administrarlos es hacerlo de forma simple y natural. Si continúa oponiéndose, se puede mezclar el medicamento con algún zumo de fruta, asegurándose primero de que el zumo no es una parte regular de su dieta, ya que en este caso, notará la diferencia y no querrá beber dicho zumo cuando esté bien. Si el medicamento es una pastilla que no se disuelve fácilmente, se triturará antes de ponerla en el zumo. También se puede mezclar el medicamento con una cucharadita de jalea, miel o azúcar, con lo cual el niño lo tomará más fácilmente.
Se deben seguir siempre las instrucciones del médico. Si queda alguna duda, hay que aclararla con él a fin de comprender lo que se tiene que hacer. Se anotarán las horas de la medicación y las instrucciones sobre la dieta u otro tratamiento especial. Los medicamentos no han de estar al alcance del niño y nunca darle ninguno de los sobrantes de otra enfermedad similar anterior, sin consultar con el médico.
Cuando el niño tiene que ir al hospital. Algunas veces no se puede cuidar al niño en casa. Quizás deba ser operado o su enfermedad es tan grave que precisa hospitalización. La mayoría de los niños se inquietan si han de ir al hospital. Generalmente lo que más les preocupa e inquieta es la ignorancia de lo que sucederá, más que la experiencia en sí misma. Incluso aunque no lo parezca, pueden tener ideas confusas sobre el ingreso en un hospital.
Es muy prudente por parte de los padres preparar al niño para su hospitalización, explicándole lo que le aguarda desde el momento en que entre en el hospital hasta que pueda volver a casa. Si los padres no se encontraron con anterioridad en esta situación y no están familiarizados con los procedimientos de un hospital, deben tratar de informarse; el niño aceptará mejor una situación si está convencido de que ellos saben mucho sobre el lugar adonde irá y cómo
será tratado. No se le debe prometer que su estancia en el hospital va a ser una experiencia divertida; por otra parte, tampoco se debe insistir demasiado en que será desagradable. Hay que procurar ser lo más natural posible.
Se le pueden explicar los procedimientos del hospital que son más tranquilizantes, como por ejemplo, la pulsera con su nombre que la enfermera le pondrá, decirle que las camas del hospital pueden ser levantadas y colocadas en la posición en la que él esté más cómodo. La mesa de cama que le permitirá tomar la comida sin tenerse que levantar, puede resultar de un gran atractivo. Es mejor decirle que cuando los padres no estén, habrá siempre una enfermera que le cuidará y a la cual podrá llamar pulsando un timbre.
Si va a ser operado, es conveniente explicarle que quedará dormido antes de la operación y se despertará en la habitación de recuperación.
Para el niño en edad escolar acostumbrado a pasar el tiempo fuera de la familia y si es de fácil adaptación a situaciones nuevas, la hospitalización puede constituir una nueva aventura. Sin embargo, esto no es tan sencillo en un niño más pequeño. Este, a pesar de no comprender lo que se le va a hacer, quizás se asuste cuando los padres deban irse y dejarlo en el hospital. Puede creer que lo abandonan en el momento en que más les necesita; sus lágrimas le inquietarán. Es una buena norma que en el momento de su partida un miembro del hospital esté presente; se sentirá menos abandonado si alguién se halla a mano para consolarle y calmarle cuando ellos se hayan ido. Los padres deben ser breves desde el momento en que le hayan dicho que se van, pero no es prudente que lo hagan sin decírselo y tampoco sin advertirle que volverán.
Cuando el niño se está recuperando, ya sea a la salida del hospital o de una enfermedad que pasó en casa, se ha de procurar convertir la recuperación en menos aburrida, procurándole suficientes juguetes, juegos y libros como para tenerlo quieto y ocupado. Si ha perdido clases de la escuela, se puede pedir al maestro algún deber que pueda hacer en casa. Por otra parte, cuando los padres dispongan de tiempo, deben ayudarle en los estudios. Un período de convalecencia largo no tiene que ser necesariamente pesado e improductivo. Si se planea de antemano, puede ser un tiempo durante el cual el niño prosiga tareas anteriores y descubra, felizmente, nuevas ocupaciones.