Un pianista golpea colmillos de elefante para interpretar una pieza de música. ¡Pero no lo hace sobre el elefante directamente, claro! Después que éste muere, hay que extraerle los colmillos, limpiarlos y pulirlos hasta que queden blancos y relucientes. Son como el marfil, porque en realidad «son» marfil. En la fábrica, una máquina los corta en forma de tiras lisas y delgadas que posteriormente se mandan a la fábrica de pianos. En ésta, unos hombres las encolan sobre las teclas del piano que se usará en las salas de concierto. Y así ocurre que cuando el pianista interpreta una obra musical, en realidad está poniendo sus dedos sobre unos trocitos de colmillo de elefante. | |
Que crueldad!
Y la realidad es otra, mentirosos, hipócritas, asesinos