Un año es un período largo. Así que, hace mucho tiempo, la gente decidió dividirlo en períodos más cortos. Hace unos cinco mil años, los sumerios dividieron el año en doce “lunas”. Cada luna tenía 30 días, con lo que el año tenía 365 días.
Este fue el comienzo del calendario. Un calendario no es más que una manera fácil de llevar la cuenta de los días, semanas y meses. Nuestra palabra calendario se remonta a los romanos, pues ése era el nombre que daban al primer día del año, el día de pago de recibos.
Nuestro año, como el de los sumerios, tiene doce “lunas” o meses. Pero no todos los meses tienen treinta días. Una buena manera de recordar de cuántos días consta cada mes consiste en aprender estos versitos:
Treinta días tiene noviembre, con abril, junio y septiembre.
De veintiocho sólo hay uno, y los demás, treinta y uno.
¿Por qué tienen nuestros meses diferente número de días ? Para que puedan sumar un total de 365. Estos son los días que tarda la
Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol. A este período de tiempo lo llamamos año solar (del Sol).
De hecho, la Tierra tarda un poquito más en dar la vuelta al Sol: un año solar tiene 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, que son casi 365 días y cuarto. Cada cuatro años, este cuarto de día suma una diferencia de un día entre el año solar y el año del calendario.
Para mantener iguales el año del calendario y el año solar, añadimos un día al calendario cada cuatro años. Este cuarto año lo llamamos “año bisiesto”, y el día adicional es el 29 de febrero. Esto sólo ocurre en años que puedan dividirse en cuatro partes iguales, como, por ejemplo, 1980. Los calendarios de los años bisiestos tienen, pues, un mes de febrero con veintinueve días.
También hay un período de tiempo más corto que llamamos semana. Semana se deriva de una palabra latina que significa “siete”, los días que tarda la Luna en cambiar de forma.