La llegada del recién nacido al hogar crea muchas veces una cierta inquietud. De vez en cuando aparecen sentimientos conflictivos entre padres y hermanos.
El padre teme que el primer hijo acapare toda la atención de su esposa en detrimento del trato de favor a que estaba acostumbrado. La nueva madre pasa por momentos de depresión en los que se siente demasiado ligada y achaca a su marido una falta de consideración. Si el recién nacido no es hijo único sus hermanos pensarán a veces que estaban mejor antes. Estos sentimientos son universales. No son motivo de vergüenza.
La relación entre padre, madre e hijos es muy importante. El lactante aprende y se desarrolla estimulado por el cariño que recibe de sus padres. Los padres deben intuir las necesidades físicas y emocionales del niño. Sólo entonces podrán tratarlas adecuadamente.
Cada niño establece una relación distinta con sus padres, en forma diferente a la de otras familias. También los niños de una misma familia reaccionan de una forma distinta. Cada niño es un ser diferente y a menudo el sistema que ha resultado satisfactorio con uno no sirve para el otro. Con seguridad la fórmula empleada por una familia no será adecuada para la otra.
Las revistas especializadas, los programas educativos de televisión y libros como El mundo de los niños ofrecen información y consejo a los padres. Lo más importante es que los padres adquieren confianza en sí mismos en el momento de cuidar y guiar a su hijo. A pesar de toda la ayuda exterior los padres son los únicos responsables de su hijo y quienes están más preparados para resolver sus problemas diarios. Los padres deben tratar de prever las necesidades de sus hijos. Estas necesidades las deben resolver con amor, pero no con cuidados excesivos. Al mismo tiempo deben rodearles del ambiente adecuado para que puedan crecer y desarrollar todas sus cualidades.
