La educación del párvulo

Las preguntas constantes del niño representan otro aspecto de su desarrollo en la edad preescolar: su enorme curiosidad y afán de saber. El niño está dispuesto a aprender todo lo que pueda del mundo que le rodea, de sí mismo como parte de este mundo, de otros niños y de los adultos. Es un niño ávidamente curioso, abierto y sincero. Lo mira todo y lo oye todo. Sus dedos y manos son herramientas que le permiten llevar a cabo exploraciones fascinadoras.
Una de las tareas principales de los padres es conservar despierta esa ardiente curiosidad y esa maravillosa capacidad. Con estas cualidades irá lejos. Si no las posee será necesario avivarlas.

Para los niños una visita al parque de bomberos, o a cualquier lugar interesante, es una fiesta.

La mayoría de los padres aprecian esta cualidad, pero a veces no se dan cuenta de que descorazonan a su hijo. Un niño ávido de saber les preocupa y asusta. Temen por su seguridad. Cuando acumulan temores e irritaciones existe el peligro de que el niño oiga constantemente: “No”, “Cuidado”, “No lo hagas”, “Estate alerta”. Es natural que los padres tomen precauciones, pero al mismo tiempo deberían procurar que el niño no tuviera la impresión de que el mundo es ur lugar peligroso o desagradable. La curiosidad del niño no se mantendrá viva por mucho tiempo si se le desanima constantemente.
Los padres deberían procurar fomentar con frecuencia la curiosidad de su hijo. Un chiquillo desea desesperadamente saber más y conocer más el mundo que le rodea, su mundo.
Las excursiones
Las excursiones son el método más eficaz para conocer horizontes nuevos y tener experiencias estimulantes. El niño es básicamente ignorante. No sabe porque no ha vivido lo suficiente; no tiene experiencia. Explicarle las cosas no es suficiente, las palabras solas no le explican nada porque no las relaciona con conocimientos y lugares donde puedan tomar un significado determinado. Primero tiene que ver las cosas, necesita experiencias de primera mano. Más tarde asociará las palabras con las experiencias.
Las excursiones son la solución ideal. Deberían ser cortas. Los niños se cansan fácilmente y un niño cansado e inquieto aprende poco. No

hace falta ir a lugares demasiado espectaculares. Para un chiquillo, un poste de gasolina, un supermercado, una floristería, las oficinas de correos, un establo, el río, el aeropuerto y otros lugares corrientes, son lugares fantásticos.
Una visita a la lechería o a las oficinas de correos puede transformarse en una experiencia
educativa. Un paseo sin prisas, charlando a la ida y a la vuelta, es ideal. También son muy útiles las paradas a lo largo del camino. A veces estas paradas dan lugar a explicaciones inesperadas que son más útiles que el propósito principal del paseo. El niño necesita tiempo para detenerse y mirar, para tocar, para descubrir. No puede averiguarlo todo en una sola mirada. En estos paseos sus padres podrán señalarle cosas que él solo no advertiría. Y hay oportunidades sin fin para que se le ocurran preguntas que no se plantearía en otro lugar.
Los cuentos
Los buenos libros de cuentos, como los paseos, estimulan la mente del niño. Le ofrecen una parte del mundo para que la observe más de cerca y la comprenda mejor. Pueden ser historias reales o ficticias. Los personajes a veces son animales casi humanos y los relatos incluyen más aventuras de las que una sola persona corre en toda su vida. Pero, ficción y realidad, estos relatos lo ayudan en sus relaciones con la gente, en su manera de reaccionar ante los acontecimientos y ante los objetos a su alcance.
Los cuentos deberían emplearse con la misma estrategia que los paseos. Hay que tomarse el tiempo necesario para contarlos y no hay que precipitar el final de la historia. El niño interrumpirá el relato para hacer preguntas. Es conveniente permitírselo aunque se desvíe la cuestión. El tiempo dedicado a los cuentos debería ser un acontecimiento diario, un momento de compañerismo entre el padre y su hijo.

La hora de los cuentos es un momento feliz dedicado a la conversación y camaradería.

Los juegos
Habilidad expresiva y trato social, conocimientos más vastos, mayor capacidad de comprensión y desarrollo físico, todo se combina y produce la característica más distintiva de un niño .en la edad pre-escolar. Tiene una capacidad especial para imaginar. Representa todos los papeles que se le ocurren. Imagina que un objeto es lo que él desearía que fuese. El mismo se transforma en un recién nacido o en un vaquero. Una silla se transforma en un caballo, un avión o una cárcel. Para un espectador adulto, el niño juega siempre, pero estos juegos distan mucho de ser una pérdida de tiempo. Son una actividad altamente significativa que enseña lecciones intelectuales, emocionales y sociales muy importantes.
Generalmente las bases de su juego son cosas conocidas. Juega a “papás y mamás” porque la vida de hogar es lo que mejor conoce. Imagina, pero basado en una realidad firme e indiscutible. Cuanto más sepa, más cosas haga y en más lugares haya estado, más facetas tendrá su juego. Todos estos paseos a las tiendas, a la oficina de correos, al aeropuerto, a la terminal del autobús, al almacén de camiones y a los muelles del puerto o dondequiera que vaya, aumentan su capacidad imaginativa y crean una base para sus juegos.
También necesita juguetes y objetos con los que llevar a cabo sus fantasías. Los juguetes deberían ser muy simples para que le permitan usar la imaginación. Un juguete indeterminado puede transformarse en cualquier cosa si él lo desea. Un triciclo, por ejemplo, es obviamente un vehículo que se mueve, pero el niño puede decidir que es un caballo, una ambulancia, un coche de policía, un barco, un cohete, un avión,

un autobús, un camión, un coche de bomberos o un tanque.
Las pizarras, cajas, mantas, arena, cartones, vagones, sillas, muñecas, coches, barcos y otros objetos de este tipo que tienen varios usos son objetos ideales para los juegos del niño. Su mente se llenará de imágenes que darán utilidades más específicas a estos juguetes.
Un acto imaginativo muy corriente a esta edad es crear un ficticio compañero de juego. Es un hecho que se da más frecuentemente entre los niños que no tienen amigos o que son hijos únicos. Pero en otros casos ocurre también que muchos pequeños con infinidad de compañeros gustan de inventar un amigo, otro más, que no será visto por las personas adultas. Este compañero imaginario puede ser su víctima o su refugio y apoyo. Para los niños este amigo invisible es muy importante. Los padres deben tratar de hacerle un lugar en la casa. Pero probablemente no permanecerá mucho tiempo.

Las cajas son juguetes que excitan la imaginación de los niños. Pueden convertirse en todo lo imaginable: un coche, un cohete, una verdulería o una casa.

Las escuelas
Para algunos adultos puede ser difícil imaginar una escuela para niños de sólo 3 ó 4 años. Para ellos “escuela” significa un profesor y niños sentados en pupitres, muchos libros de estudio y mucho silencio. Ciertamente no es el estilo de un niño de 3 ó 4 años.
En un parvulario saben tratar a los niños. Allí trabajan, pero no estudian. Se mueven. Se organizan en grupitos de 3 ó 4. Aprenden a vivir, a trabajar y a estudiar juntos. Aprenden a esperar su turno, a resolver sus diferencias noblemente. Los parvularios también tienen los medios adecuados para la educación física de los niños. Un buen parvulario está equipado con toboganes, columpios y laberintos que les permiten trepar, balancearse y deslizarse. Es decir, que entrenan y coordinan el esfuerzo muscular infantil.
En el parvulario les explican cuentos y oyen música. Cantan canciones y dan paseos cortos e instructivos. Están rodeados de dibujos y fotografías informativas y estimulantes. Tienen tiempo sobrado para hacer, preguntas a profesores y amigos. Sus conocimientos, su vocabulario y habilidad para desenvolverse en el mundo que les rodea crecen día a día.

Tienen oportunidad de poder crear con el barro, la arena y otros materiales de trabajo. Usan herramientas de carpintero para trabajar la madera. En el patio o en los jardines se divierten con cajas, tableros, triciclos, carretones, vagones y laberintos para trepar. Los niños casi siempre inventan juegos y sus fantasías les dan oportunidad para tener iniciativas, pensar, planear, observar y desarrollar la capacidad de resolver problemas. Todas estas cualidades le serán de gran utilidad más adelante.
Antes de elegir un parvulario es imprescindible que los padres del niño lo visiten detenidamente. ¿Les parece adecuado para el niño? ¿Les gusta el profesorado? La opinión de los padres es muy valiosa.
Un parvulario no debe ser un lugar sombrío donde los niños se sientan en silencio. Por el
contrario el parvulario ideal es un lugar alegre, dedicado a niños ruidosos de 3 ó 4 años.
Si la visita de los padres es bien acogida, es una buena señal. Significa que los responsables del parvulario estiman la opinión de los padres. Esta es una característica de los buenos parvularios. Durante la visita es posible comprobar si el parvulario en cuestión reúne las características imprescindibles y necesarias en todo parvulario : 1) Los profesores deben tener experiencia y ser titulados; 2) la profesora o profesor deben tener siempre un ayudante, no necesariamente calificado, pero de trato humano y cordial; 3) el número máximo por clase no debe rebasar los quince niños; 4) las aulas deben ser limpias y atractivas, naturalmente, pero además amplias para las diferentes y simultáneas actividades de los niños; 5) los jardines o patios deben estar vallados y bien equipados; 6) y además sería ideal que durante la visita, los padres vieran algo que les llamara particularmente la atención, un animal, una actividad, algo especial. En este caso el niño también se sentirá atraído por ello y se excitará su curiosidad. Esta es la cualidad más importante de un parvulario.

Los buenos parvularios están equipados
para facilitar el desarrollo muscular de los niños.
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