¡ Ay, señora, mi vecina, se me murió la gallina!
Con su cresta colorada y el traje amarillo entero,
ya no la veré ataviada, paseando en el gallinero,
pues señora mi vecina, se me murió la gallina domingo de madrugada;
sí, señora, mi vecina, domingo de madrugada;
ay, señora, mi vecina, domingo de madrugada.
¡ Míreme usted cómo sudo, con el corral enlutado y el gallo viudo!
¡ Míreme usted cómo lloro, con el pecho destrozado y el gallo a coro!
¡Ay, señora, mi vecina, cómo no voy a llorar si se murió mi gallina!
Nicolás Guillén