Texas Slim, el jefe de la partida de bandidos, se frotó las manos satisfecho. El y sus hombres acababan de robar el banco de Pecos. Habían conseguido un botín de ¡veintiún mil dólares!
—Bien, chicos —dijo Slim—. Nos lo repartiremos a partes iguales.
—¡Qué bien! —exclamó Sagebrush Sam—.
¿ Cuánto nos tocará a cada uno, Slim ?
—No lo sé muy bien —admitió Slim—Empezaré a contarlo y veremos. Bien, un dólar para Sagebrush Sam, uno para Deadeye Pete, uno para Sundown Kid, uno para…
Una hora más tarde, mientras Slim todavía estaba contando el dinero y haciendo siete montones, llegó el sheriff con sus ayudantes y detuvo a toda la banda.
Cuando partimos una cantidad grande en cantidades más pequeñas, como hacía Slim, estamos dividiendo. Slim dividía veintiún mil dólares en siete partes. Si hubiese acabado de repartir el dinero en siete montones, habría habido tres mil dólares en cada montón.
Si el pobre Slim hubiera ido al colegio, habría aprendido la operación aritmética llamada división. Sólo habría necesitado unos segundos para calcular a cuánto tocaba cada uno de sus muchachos. Y no les habrían detenido. Pero, ante todo, nunca debieron robar aquel dinero.