Ahors el niño deberá enfrentarse con una serie de problemas que le plantea el nuevo ambiente donde ha ingresado, tan distinto del de su casa. En casa su existencia era una cosa normal; era un miembro más de la familia y era aceptado como tal. Esta aceptación le daba una sensación de seguridad. Naturalmente en su casa tenía que convivir con sus padres y hermanos y adaptarse a ellos. Pero era una situación muy distinta de los problemas que surgen de la convivencia con 20 ó 30 compañeros de clase. A causa de estas nuevas condiciones aparecen ciertas diferencias relacionadas con edad y sexo que pueden ser causa de dificultades.
Las diferencias entre los niños que ingresan en la escuela
Diferencias de sexo
Las niñas, cuando empiezan el colegio, parecen más maduras que los niños y en realidad lo son porque su desarrollo durante los años precedentes ha sido más rápido. Están más preparadas física y emocionalmente para dejarse organizar y llevar a cabo tareas más abstractas y simbólicas que los chicos.
La niña sabe escribir su nombre correctamente cuando entra en el colegio, pero el niño de la misma edad tan sólo conoce la primera letra del suyo. Esto no significa que ella sea más inteligente que él. Sólo significa que alguien se tomó la molestia de enseñárselo y que ella estuvo interesada en aprenderlo. El niño, por otra parte,
puede saber muchas otras cosas. Si sus compañeros saben escribir sus nombres la profesora puede animarlo con tacto a seguir el ejemplo de los demás. Al mismo tiempo puede pedirle que comparta sus propios conocimientos.
Los niños suelen tener mucha curiosidad intelectual pero a menudo enfocan esta curiosidad hacia fenómenos físicos, biológicos y mecánicos. Les gusta desmontar objetos como relojes viejos, luces de magnesio y radios viejas, para averiguar sus componentes y ver cómo funcionan. Descubren y exploran hurgando por todas partes. Son capaces de aparecer en la cocina con los pies mojados para preguntar: “¿Dónde va a parar el agua cuando sale por la cloaca?”
Esto no quiere decir que las niñas no demuestren este tipo de interés. Muchas lo demuestran. Y muchas llegan a ser científicos.
Diferencias de edad
Aunque un niño sea muy brillante intelectualmente tiene mucha importancia para su éxito la edad que tenga al entrar en la escuela. Si un niño es más pequeño que sus compañeros, menos maduro y menos experimentado que ellos, a menudo estará en desventaja desde sus primeros días de clase y no podrá desarrollar bien su inteligencia ni hacer valer sus cualidades.
Supongamos que el primero de diciembre es la fecha tope para el ingreso en la escuela. Esto no significa que el niño que cumple cinco años el día dos de diciembre estará en la misma clase que el niño que los cumple al año siguiente. Naturalmente un niño de 5 años y 9 meses tiene una marcada ventaja sobre uno de 5 años menos 3 meses. El mayor tiene más capacidad de coordinación, de control de sus impulsos y más capacidad de concentración en una tarea determinada. Si el menor es un niño le será más difícil todavía competir con sus compañeros.
Aun sin tener en cuenta su capacidad intelectual, muchos niños son incapaces de superar esta brecha que por causa de la edad hay entre ellos y sus compañeros mayores. Y a veces tampoco se adaptan a los sistemas de enseñanza de muchas escuelas. Aunque la profesora puede llegar a limar las diferencias entre estos niños sólo conseguirá una acomodación temporal. La verdadera prueba vendrá cuando empiecen a leer. Un niño se queja a veces: “Siempre me duele el estómago antes de ir al colegio. Voy y me siento peor porque no adelanto. Todos saben que no puedo seguirlos. No es muy divertido”.
Los profesores a veces prevén este problema y procuran que el niño continúe un año más en la misma clase para poder alcanzar a sus compañeros. Desgraciadamente muchos padres, aunque comprenden el problema, siguen insistiendo en que no repita curso.
Masculinidad, feminidad
A esta edad, cuando las diferencias entre niño y niña resultan evidentes, puede haber problemas en este sentido. Los niños, especialmente si se trata de un chico, pueden ser ridiculizados por sus compañeros y sentirse incómodos y disgustados en su compañía.
No hay que llegar a la conclusión de que un niño tiene problemas en identificarse con su sexo a causa de unos simples trazos faciales o físicos; porque una niña sea muy hábil en los deportes o porque un niño ayude a su madre en las tareas domésticas. Él problema existe cuando un niño o niña se resienten por serlo.
Si este problema se aborda inmediatamente hay muchas más probabilidades de éxito que si los padres deciden esperar. Cuando se espera a que el niño supere el problema por sí mismo aumenta la complejidad de la situación y existe la posibilidad de que se complique con los problemas de la edad pre-adolescente y adolescente.
Entonces el problema original queda sin resolver y el niño puede sentirse cada vez más desconcertado y solo. Si los padres creen que su hijo tiene este problema deben consultar a un profesional. Su médico o su profesor pueden aconsejarles el especialista adecuado.
Problemas en el colegio
El colegio acapara tanto tiempo en la vida de un niño que es inevitable que se le presenten problemas durante los años que pasará allí. Por esta misma razón padres y profesores deberían estar en estrecho contacto.
Algunos problemas que tienen su origen en la escuela a veces sólo se hacen patentes en el hogar. Por ejemplo, un niño que en la escuela contiene su carácter durante todo el día, al profesor puede parecerle un niño aplicado y concienzudo. Pero los padres pueden ver sus explosiones iracundas cuando se relaja. Del mismo modo, un niño puede parecer aplicado en casa. Pero su profesor quizás encontrará que no trabaja lo suficiente cuando lo compare con otros niños.
Es muy importante tener en cuenta que si padres y profesores están en contacto pueden cambiar impresiones. Sólo de esta manera los problemas se atajarán antes de que lleguen a ser graves. Y de este modo se encontrarán las soluciones necesarias.
Asistencia forzada a la escuela
La primera señal de que hay un problema relacionado con el colegio es que el niño no tiene ganas de asistir a las clases. Esta falta de interés es un modo de demostrar su temor. Lloran, dicen que odian la escuela y que no quieren marcharse de casa. A veces no lo demuestran directamente, se quejan de algún dolor a la hora de marcharse al colegio, prolongan eternamente el desayuno o usan cualquier otra táctica para retrasarse y llegar tarde. El temor o desagrado hacia la escuela pueden ser problemas turbadores. Todos los argumentos convincentes que sus padres usan tienen poco peso en la mente del niño.
Y naturalmente las caricias tampoco convencen. Las causas pueden ser muchas y varían según el niño. La única solución es llegar a la raíz del problema. Un niño quizás se resista a ir a la escuela porque no tiene suficiente costumbre de estar fuera de casa, o porque hay demasiados
niños en su clase; otro se resistirá porque tiene algún temor determinado, quizás a los lavabos del colegio o al viaje en autocar.
Cuando los padres y la profesora se reúnen e intercambian tanta información como les es posible generalmente descubren el problema y hacen planes para cambiarlo y resolverlo. La actitud de los padres mientras se lleva a cabo esta búsqueda es muy importante. Por una parte deben mostrarse comprensivos con su hijo. La vida puede parecerle muy desagradable cuando las cosas van mal, tanto si el problema es real como si es imaginario, tanto si a los demás les parece grande como si les parece pequeño. Por otra parte los padres deben mostrar una clara confianza en que el problema se desvanecerá. El niño se dará cuenta de la actitud que toman sus padres. La sensación de seguridad que emana de su convencimiento de que todo pasará y la vida continuará es a menudo la manera más eficaz de que el niño adquiera confianza y seguridad en sí mismo.
Exitos y fracasos
A medida que van pasando los cursos académicos pueden presentarse una serie de dificultades causadas por los éxitos y fracasos escolares del niño y por sus relaciones con profesores y compañeros de clase. Los niños son como todos nosotros. No pueden soportar fracaso tras fracaso, ni tareas que les disgustan, ni la compañía de personas que les desagradan. Las personas adultas pueden cambiar de trabajo siempre que se les presenta un problema de este tipo. Pero los niños no pueden dejar la escuela. Su única alternativa es evadirse mentalmente, soñar durante el día, desesperarse o rebelarse.
Este problema tampoco tiene una solución viable. Hay que estudiar cada caso. La manera de proceder más sensata es unir los esfuerzos de padres y profesores para llegar a una conclusión. Una dificultad física, de visión o auditiva puede ser la causa en algunos casos. A veces un examen físico completo es un primer paso prudente cuando se empiezan a buscar soluciones.
No todos los niños, por supuesto, siguen el mismo ritmo de trabajo, progreso en inteligencia o crecimiento y habilidad para abordar una asignatura. Siempre existe la posibilidad de que sin querer —naturalmente—, al niño se le exija más de lo que puede hacer. Cuando se espera demasiado de él o cuando la meta fijada es demasiado
alta sucede que los niños no desarrollan al máximo sus posibilidades. La solución del profesor es fijarle otra meta más accesible y cambiar el programa escolar. En su hogar los padres también deben ayudarlo y lograr que se sienta como un ser humano y no como un constante fracaso.
Otros niños trabajan sin aprovechar al máximo sus capacidades. Tienen más inteligencia de la que usan. Los días van pasando y ellos siguen el ritmo de la clase sin esfuerzo. Al principio esto puede parecer una ventaja y no un problema. Sin embargo los niños suelen sentirse más satisfechos cuando triunfan con esfuerzo. Trabajar con un esfuerzo mínimo les puede producir un descontento que tal vez se reflejará en su mal comportamiento.
Es más fácil que pase inadvertido este tipo de niño que los fracasos de un mal estudiante. Los fracasos rápidamente llaman la atención. El estudiante que no necesita usar todas las fibras de su cerebro para seguir adelante, pasa inadvertido. Los padres y profesores no se dedican a buscar problemas inexistentes, pero es muy importante que discutan los reales. La constancia y habilidad de un niño en alguna actividad determinada puede pasar por alto a su profesor si el padre no lo informa.
Problemas familiares relacionados con el colegio
Las exigencias del trabajo escolar a veces descubren tensiones de la vida familiar. El niño que no acaba de sentirse integrado en su familia y que tiene problemas en sus relaciones con hermanos y hermanas, no es capaz de concentrarse y de llevar debidamente a cabo un trabajo intelectual. Estas dificultades, probablemente existentes con anterioridad, no se habían manifestado en sus años de parvulario. Muchas escuelas tienen psicólogos que se dedican a identificar y tratar estos problemas. Muchas comunidades tienen un centro de guía infantil o sociedades de ayuda familiar que solucionan estas dificultades.
Problemas sociales
Una escuela no tan sólo significa trabajo intelectual. También es un centro de relación social. Diariamente se plantean conflictos causados por las relaciones entre los alumnos de una clase. Un niño se puede sentir influido por la actitud
de sus compañeros. Si la actitud es de rechazo repercute negativamente en su esfuerzo intelectual, teniendo dificultades en sus estudios. En cambio si se siente aceptado ello puede repercutir positivamente.
Los problemas más difíciles de resolver son los planteados por sus relaciones con los demás
compañeros. Las personas adultas no pueden forzar a un niño a que acepte la compañía de otro niño que no le gusta. Pero a veces los padres, enseñándole cosas que llamarán la atención de sus amigos, pueden conseguir que su propio hijo gane simpatías. Invitarlos a casa al terminar las clases también da resultado. Los profesores pueden proporcionar las bases de una nueva amistad cambiando la colocación de los asientos en las clases u organizando actividades que reunirán a los niños y les proporcionarán la oportunidad de conocerse y gustarse.
Soluciones para los problemas planteados en el colegio
Los padres y profesores deberían tener en cuenta que resolver problemas humanos es cuestión de tiempo, paciencia y sabiduría. ¡Es tan fácil creer que hay soluciones rápidas! El profesor debería imponerle más deberes, los padres deberían imponerle pequeños castigos tales como retirarle algún privilegio hasta que estudie más. En casos determinados estos procedimientos pueden ser efectivos pero en ningún caso deben considerarse como soluciones definitivas. En la mayoría de los casos una curación definitiva requiere mucho más tiempo. Algunos de los factores que influyen sobre el niño -el número excesivo de niños en una clase, la manera de enseñar de un profesor o el sistema pedagógico- no se cambian en un día.
Sus padres y profesores deberían colaborar con buena voluntad y ser pacientes hasta encontrar la solución. Nadie desea enfrentar al niño con su problema sin necesidad. Todo el mundo desea lo mejor para él. Pero la vida en familia y en el colegio reúne muchas facetas humanas que cambian con lentitud. También es muy importante reconocer que hay problemas que el niño debe resolver por sí mismo. Hay problemas que no tienen solución pero el niño puede aprender a vivir con ellos y fortalecerse con esta experiencia. De esta forma, cuando más adelante se le presenten otros problemas, estará habituado a adaptarse a ellos y entrenado a buscarles una solución.