Accidentes
Un deber primordial de los padres es impedir de su hijo corra peligros. Es necesario dejar actuar en libertad el afán inquisitivo de un niño,
pero también es necesario mantener un control estricto y marcar unos límites. Está rodeado de muchos peligros y como consecuencia necesitará protección.
No basta una puerta cerrada porque aprende
a abrirla. Es mejor cerrar con llave las puertas que conducen a un peligro potencial. Vallar los accesos de las escaleras es una medida muy prudente.
Los cuartos de baño son también lugares de peligro. El contenido de sus armarios fascina al niño. Su atractivo reside en lo que contienen las botellas: botellas grandes, botellas pequeñas, botellas de todas clases. Ahora ya sabe desenroscar tapones y destapar frascos; el siguiente paso es beber su contenido. Si se toman precauciones, se cierran con llave los armarios y se guardan las medicinas inmediatamente después de su uso, no es tan fácil que el niño se trague unas píldoras por su aspecto atrayente. La sobredosis de aspirinas es una de las causas principales de intoxicación y es mejor comprarlas en pequeñas cantidades.
El azar combina otros peligros para el pequeño. No se conformará con trepar por las escaleras. Querrá coger cosas que están fuera de su alcance. Pronto aprenderá dónde guarda su madre la caja de las galletas y demostrará un interés especial por llegar a las repisas de las ventanas trepando por muebles y radiadores.
Escudriñar e indagar son sus pasatiempos favoritos. Esto le llevará a hurgar en los enchufes con horquillas y alfileres. Para evitarlo pueden colocarse tapas de enchufe.
Para cerciorarse de que no corra ningún peligro el mejor sistema es arrodillarse y gatear como un bebé comprobando todo lo que puede alcanzar con este sistema. ¿Está la cafetera enchufada? ¿Hay alguna caja de píldoras a su alcance? ¿La mesita tiene esquinas cortantes? ¿Hay pinturas, leches limpiadoras, jabones y pastas que el niño pueda alcanzar? En la cocina, ¿puede llegar a los mangos de las sartenes?
Enfermedades corrientes y sus síntomas
La enfermedad más corriente a esta edad es el resfriado. Generalmente empieza con fiebre y acaba con mucosidad nasal y muchas veces el niño tose por la noche hasta una semana entera.
Durante la temporada invernal la mayoría de los niños se resfrían cada 6 u 8 semanas. Si ocurre demasiado a menudo y los resfriados acaban en bronquitis o infecciones del oído es aconsejable acudir al médico.
Las enfermedades más corrientes y sus características están detalladas a continuación.
El estreñimiento es muy corriente ya que la madre insta al niño a que consuma mucha leche y productos lácteos. La consecuencia es que entonces el niño no come suficiente fruta, carne y verduras que son alimentos que contienen más laxante que el pan y la leche.
La anemia por falta de hierro es debida a las mismas causas. Los productos lácteos no tienen suficiente hierro para ser tomados como alimento base.
Cuando la piel del niño presenta una erupción, probablemente la primera enfermedad que acude a la mente de las madres es la rubéola. La rubéola es una infección que empieza con fiebre alta y dura tres días. La erupción cubre la cara y el tronco. No es una enfermedad grave.
Para profundizar más seriamente en el tema es necesario consultar la guía médica.
Inyecciones y pruebas
Generalmente los médicos suelen vacunar a los niños de 18 meses a 2 años con la vacuna trivalente. (Difteria, tos ferina, tétanos). Es una precaución habitual, pero a veces resulta necesaria porque el niño se ha cortado o herido. Entonces si la última vacunación ha tenido lugar un año antes no es necesario vacunar nuevamente al niño.
La prueba de la tuberculosis es imprescindible y si resulta negativa demuestra que no existen casos en la familia.
Si uno de los hermanos contrae la varicela, es prudente inyectar a los demás niños una gamma- globulina que hará la infección menos grave si se contagia. En la misma casa el segundo caso es siempre más grave que el primero.
Dientes, pies, ojos y oídos
Cepillarse los dientes a los dos años e ir al dentista a los tres es una norma sana y aconsejable. Un niño de dos años con toda probabilidad quedará fascinado al ver cómo sus padres se cepillan los dientes y querrá hacerlo también. Es el mejor momento para darle un cepillo y dejarle
probar. Al principio tendrá ciertas dificultades pero con el tiempo aprenderá.
El momento más adecuado es después de las comidas, lo cual significa que deberá hacerlo 3 veces al día y es casi imposible conseguir tal constancia. El cepillado más importante tiene lugar después de la cena ya que deja los dientes limpios para toda la noche. Dos veces al día bastarán si no se consigue que el niño lo haga tres veces: es decir, por la mañana, después del desayuno y por la noche, después de la cena.
Las pastas dentífricas con flúor favorecen las dentaduras sanas y sin caries. En muchos lugares el agua contiene esta sustancia, pero si no es así los niños deberían tomarla aparte ya sea por prescripción facultativa o por especial consejo del dentista.
Si el niño anda con las puntas de los pies hacia adentro —lo cual es muy corriente cuando en> piezan a caminar— debería corregirse a tiempo.
El estrabismo también es propio de estas edades. Los músculos del ojo son débiles y si no se usan pueden causar bizqueo. Generalmente basta con tapar el ojo normal para que así el perezoso tenga que trabajar más.
Si el niño todavía no ha empezado a repetir palabras es mejor consultarlo con el pedíatra porque puede darse el caso de que tenga una audición defectuosa. El pedíatra seguramente sugerirá que se consulte a un especialista del oído para que compruebe la capacidad auditiva del niño. En la Guía Médica hay más información sobre la sordera.