Una y una, dos.
Dos y una, seis.
El pobre burrito contaba al revés.
- ¡No se lo sabe!
- Sí me lo sé.
-
¡Usted nunca estudia! Dígame por qué.
—Cuando voy a casa no puedo estudiar; mi amo es muy pobre, hay que trabajar.
Trabajo en la noria todo el santo día.
¡No me llame burro, profesora mía!
Gloria Fuertes
16 septiembre, 2015
Este poema es precioso