Grupos y escuela

La mayoría de los niños, en la preadolescencia, desean estar lo más lejos posible de su familia. Les gusta poseer un refugio donde las reglas y obligaciones familiares no tengan jurisdicción. Este refugio puede ser el sótano de la casa, una choza, un árbol de tronco grueso y acogedor, o simplemente un paseo liberador y errante por el vecindario.
Los grupos organizados
Muchos de estos jovencitos se adhieren a grupos organizados, tales como los “Boy Scouts”, grupos de ciclistas, de montañeros, grupos organizados por la parroquia, etc… Estas agrupaciones les proporcionan la deseada oportunidad de salir de casa y participar en alguna actividad. Precisamente a causa de esto los padres deberían tener cuidado con ciertas organizaciones y clubs. Algunos usan como cebo los deseos preadolescentes de pertenecer a un grupo y sólo les enseñan educación en la mesa, obediencia, lenguaje pulido y presentación personal adecuada.
Esto naturalmente no significa que estas enseñanzas sean superfluas. Pero lo que un preadolescente busca al ingresar en una de estas organizaciones es desarrollar su personalidad independientemente de sus padres y expresar libremente pensamientos y sentimientos.
El niño está en camino de forjarse una personalidad propia fuera de casa. Los padres deben procurar que la organización a la que su hijo pertenece sea lo bastante flexible para permitir su desarrollo como individuo. Al mismo tiempo
deben asegurarse de que la atmósfera que un preadolescente saludable necesita no se pierda entre otros objetivos más comerciales.
El preadolescente y la escuela
Los profesores se encuentran muchas veces con la sorpresa de que muchos de sus destacados alumnos, cuando llegan a esta edad difícil se transforman repentinamente en niños impertinentes y perezosos. Es algo pasajero y en la escuela no se le da importancia. Pero ¿qué deben hacer los padres cuando advierten que su hijo pierde interés por las clases, se vuelve negligente con los deberes y recibe calificaciones sorprendentemente bajas?
Actitud hacia la escuela
Muchos preadolescentes se quejan de la escuela. “Este profesor me tiene manía”, “Nos ponen demasiados deberes”. Esto es algo corriente y habitual y por consiguiente no debe tenerse demasiado en cuenta. Es como quejarse de la mala comida en un pensionado o del servicio militar.
Pero los padres deben tener cuidado con sus comentarios sobre la escuela; si son negativos pueden añadirse a la actitud de crítica del niño. El niño retendrá siempre todas las palabras de sus padres para utilizarlas cuando le parezca conveniente. Si los padres critican en general las escuelas y el sistema educativo de su vecindario esto puede hacer que su hijo conciba una idea falsa de la escuela.

Las visitas escolares a los museos despiertan en el niño el interés por la cultura y el arte.

Los deberes
Los niños generalmente consideran los deberes como una cosa muy molesta. Desgraciadamente muchos adultos consideran que las cosas molestas pero necesarias ocupan un lugar de preferencia ante actividades más divertidas. Por esta razón dicen a menudo: “Primero estudia; luego podrás ir a patinar.” El punto débil de este razonamiento es que un preadolescente tiene dificultad en estudiar con aprovechamiento cuando piensa que ya hay alguien que está patinando. Un plan más racional puede ser sugerirle que estudie veinte minutos, que vaya a patinar unos tres cuartos de hora y luego vuelva a casa para finalizar la tarea que le han asignado en la escuela. Puesto que el niño se cansa pronto de estudiar con concentración este sistema le facilita el estudio, rompiendo su monotonía. Al mismo tiempo este sistema también reduce el número de enfrentamientos inevitables entre padres e hijos.
No se debe permitir que el niño abandone sus deberes, pero es conveniente recurrir a sistemas
como el anteriormente citado para permitirle más libertad de movimientos.
Las calificaciones escolares
La mayor parte de los padres se preocupan cuando su hijo recibe calificaciones inferiores a su capacidad normal. Indican que el niño necesita mayor control sobre sus tareas escolares y además un estímulo que lo anime a estudiar.
Si el problema no se soluciona, este es el momento adecuado para buscarle un director de estudios que se ocupará de él para que vuelva a trabajar con el aprovechamiento intelectual de otros tiempos. Y además puede hacerle sentir interés por temas que hasta ahora le aburrían.
Su maestro aconsejará a los padres sobre la necesidad de un tutor y sobre el tiempo que puede durar esta necesidad. Esta necesidad no durará el mismo tiempo en cada niño. Si el niño tiene un tutor de estudios a esta edad, lo más probable será que en los años decisivos de su adolescencia conserve los hábitos adquiridos durante la tutoría. Es muy importante que los padres tengan en cuenta esta posibilidad.

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