Detenerse en el diez

Antes de que se empezara a contar, probablemente no se diera nombre más que a un número. Supongamos que un cazador quería dar noticia de una pequeña manada de unos cuatro a seis ciervos. Podía decir, simplemente, que era una “mano” de ciervos. Entonces todos entenderían lo que eso significaba: que había tantos ciervos como dedos hay en una mano, más o menos. Para cantidades superiores, acaso se limitaba a decir “muchas”. Y “muchas” significa cualquier cosa entre diez y cien.

Pero cuando la gente empezó a contar, también necesitó un nombre para cada número. Hoy no es posible explicar de dónde proceden los nombres de los números. Quizá se trataba de palabras compuestas o se usaban como “nombres de números”.

En épocas antiguas sólo se designaron con un nombre específico los diez primeros números. En cuanto al resto, la mayor parte recibió nombres derivados de los diez primeros. Las palabras once y doce suenan como si fueran nombres especiales, pero no lo son.

Once viene de una palabra que en castellano antiguo significa “diez y uno más”, y doce quiere decir “diez y dos más”. Nuestra palabra

trece significa en realidad “tres y diez”. Si pronuncias trece en voz alta, oirás que suena de forma parecida a “tres-diez”. Así ocurre con los números del catorce al diecinueve. Y veinte significa “dos decenas”; treinta, “tres decenas”, y así sucesivamente. Estos nombres de números se asemejan a la cantidad que representan.

La gente dio nombres especiales a los diez primeros números debido a la manera en que empezó a contar. Al principio, todo lo contaba con los dedos, y como tenemos diez dedos, contaba las cosas por decenas. Una vez agotados los dedos, se volvía a empezar. El diez se convirtió, pues, en un “lugar de parada” en el contar. Y así se dio un nombre especial a los diez primeros números.

Pero losv antiguos no tardaron en descubrir que el número cien era también un lugar de parada, porque significaba diez de algo: diez decenas. Así que le dieron un nombre especial. También el mil era especial, pues era diez de algo: diez centenas. Y por lo mismo le asignaron un nombre especial.

Estos “números de diez” son muy importantes en nuestro sistema de cálculo. Imagina cuántas cosas a nuestro alrededor se dividen en unidades de diez o forman varias decenas. Una década son diez años. Un siglo, cien años: diez decenas. En el cuentakilómetros de un coche, las cifras van de diez en diez.

Pero ¡un momento! —objetarás—. Hay cosas que no se cuentan por decenas.

Una docena consta de doce unidades. Un día tiene veinticuatro horas. La semana, siete días, y el año, doce meses. ¿Por qué no se agrupan estas cosas en decenas? Lo descubrirás cuando llegues al capítulo “¿Cuánto mide, cuánto pesa, cuánto tarda, cuánto lleva?”.

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