Ahogo
El niño puede asfixiarse al introducir accidentalmente comida u otros objetos en el tubo aéreo constituido por la tráquea o los bronquios. Si tiene tos violenta, pero todavía puede respirar, se le llevará al hospital más próximo y, si es posible, se llamará al médico para que también pueda estar allí.
Cuando el niño se atraganta y no puede respirar, se ha de actuar rápidamente. Si es un recién nacido, se le sujetará por los tobillos, sosteniéndolo cabeza abajo y se le darán unos golpecitos en la espalda, para que el objeto pueda salir de las vías aéreas. Si se trata de un niño mayor, se le colocará inclinado con la cabeza abajo, sobre las rodillas de la persona que le auxilie y se le golpeará en la espalda, para conseguir que el objeto salga.
Si con todo esto el niño no comienza a respirar, se iniciará la respiración artificial (Véase Respiración artificial, página 265). Seguidamente se sostendrá de nuevo cabeza abajo o sobre las rodillas, golpeándole la espalda unas cuantas veces. No se debe tratar de manipular dentro de la garganta del niño con los dedos ni con otro instrumento a no ser que se vea claramente el objeto y se tenga la seguridad de poder cogerlo. Si el niño continúa sin respirar, se irá rápidamente con él hasta el hospital más cercano.
Los recién nacidos y los niños traviesos, que comienzan a gatear, deben ser vigilados a fin de que no se introduzcan en la boca objetos como perlas, anillos, alfileres, juguetes pequeños y botones. Una buena norma es enseñarles a que entreguen todos los pequeños objetos que encuentren. Cuando lo haga, es aconsejable darle las gracias y sustituirlo por otro más seguro. Se comprobará que ninguno de sus juguetes tenga ojos, adornos de cristal, perlas, botones, etc.
Los niños pueden también atragantarse y asfixiarse con partículas de comida. Para evitarlo, se les enseñará a tragar toda la comida de la boca y a no hablar mientras coman. A los niños menores de cuatro años, no se les dará alimentos duros como cacahuetes o maíz, ya que podrían atragantarse fácilmente con ellos.
Véase también Accidentes; Náuseas; Respiración artificial; Tos
Albinismo
Es la falta total de pigmento en la piel, ojos y cabello. Es un trastorno hereditario que se produce por la inexistencia de la enzima necesaria para producir el pigmento normal de la piel. Puede ser total o parcial. En el total, la piel y el cabello son de color blanco como la leche o blanco platino. Los ojos son extremadamente sensibles a la luz y generalmente se mueven lateralmente, como por ondas y la pupila y el iris tienen un color rosado.
El albinismo parcial puede producir manchas blancas en la piel, que muchas veces están presentes ya al nacer. Así, en ocasiones, se puede ver una mancha triangular o romboidal en la frente y un mechón de cabellos blancos encima de ella. En el albinismo ocular el defecto pigmentario sólo se halla en los ojos.
No existe tratamiento específico. El niño albino usará gafas oscuras si sus ojos son muy sensibles y llevará ropa que le proteja la piel.
Alergia
Es una reacción anormal a algunas sustancias que no son dañinas para la mayoría de las personas. Se hereda una tendencia a esta afección, pero no necesariamente el mismo tipo de alergia que padecen los padres.
Las sustancias que causan reacciones alérgicas se llaman alérgenos y entre ellas se encuentran alimentos, medicamentos, pólenes, esporas del aire, caspa de animales (partículas de pelo, plumas o piel), polvo, bacterias, virus, parásitos y otras sustancias; la luz, el calor o el frío pueden provocar también reacciones alérgicas. Los factores emocionales agravan la dolencia y el médico lo tendrá muy en cuenta cuando trate a un niño que tenga alergia del tipo urticaria, asma o eccema.
Al ser inhalados, bebidos, tocados o inyectados, los alérgenos penetran en el cuerpo y la persona alérgica desarrolla anticuerpos. La reacción entre los alérgenos y los anticuerpos produce histamina y otras sustancias químicas que circulan por el cuerpo y provocan los síntomas de esta afección. Estos pueden ocurrir en cualquier parte del organismo. Cuando se trata del aparato respiratorio, el niño aparenta tener un resfriado, ya que estornuda, la nariz gotea o se le tapa y además jadea, tose y tiene la respiración difícil. Si los síntomas alérgicos aparecen en la piel, tendrá una erupción o ronchas (abultamientos planos y duros, que generalmente producen picor). Cuando ocurren en el sistema nervioso central, el niño puede volverse irritable, tener dolor de cabeza o convulsiones. De localizarse en el tubo gastrointestinal, pueden producirse dolores abdominales, náuseas, vómitos o diarrea. Estas reacciones son a menudo completamente reversibles y por lo tanto, no quedan secuelas. Los médicos recetan con frecuencia antihistamí- nicos y otros medicamentos para aliviar los síntomas.
Una alergia puede presentarse en cualquier edad y generalmente se desarrolla de forma gradual. En un principio el organismo no reacciona ante una sustancia determinada, a no ser que la exposición a ella continúe durante cierto tiempo. Los alérgenos se crean de una forma completamente arbitraria y no se sabe el porqué una persona los produce y otra no.
Alergias más comunes. Hay cuatro que en los niños son más frecuentes y son: asma, eccema, fiebre del heno y urticaria.
El asma afecta los bronquios. Los síntomas son tos, respiración jadeante y laboriosa. La tos ocurre generalmente por la noche. En niños mayores de nueve meses, la respiración jadeante se da en la espiración. Cuando son muy pequeños la respiración difícil es rápida y da la impresión de que los pulmones no se llenan lo suficiente y de que solamente es superficial. A los tres años o más sienten también una opresión en el pecho y la sensación de que falta la respiración. Las causas de asma más comunes son los alérgenos del aire y las infecciones respiratorias.
La eccema es una erupción que aparece en determinadas zonas de la piel y que produce un picor muy intenso. Las zonas afectas pueden ser rojas y exudar o formar costras. A veces se presentan como engrasamientos secos (sin exudar) y formando escamas. Las causas más comunes son alimentos, medicamentos, inhalantes y alérgenos que están en contacto con la piel.
Los síntomas de la fiebre del heno incluyen estornudos, nariz tapada con abundante secreción, ojos llorosos y abundante picazón en los ojos, nariz, oídos y paladar. Los causantes más comunes de este tipo de alergia son los pólenes, las esporas del aire y el polvo.
La urticaria está constituida por unos habones elevados, con un centro blanco y los bordes rojos que generalmente pican. Las causas más comunes de la forma aguda (repentina y grave) son alimentos, medicamentos y picaduras de insectos.
Algunos niños superan su alergia, mientras que otros sufren complicaciones y empeoran. Casi la mitad de los adultos con problemas alérgicos, desarrollaron sus primeros síntomas antes de los 11 años. Si se sospecha que el niño padece algún trastorno que pueda relacionarse con esta afección, hay que consultarlo con el médico, quien diagnosticará la gravedad de los síntomas y aplicará el tratamiento adecuado.
Cómo determinar las alergias. El médico busca la causa de la alergia recopilando una historia detallada de los síntomas, especialmente de los que precedieron al primer ataque. Intenta relacionarlos con alguna comida ingerida, sustancias de dentro o fuera de la casa, la hora del día en que sucedió, la estación del año y otros factores. Generalmente podrá determinar el alérgeno a través de esta historia clínica. Aconsejará suprimir de la dieta del niño o de su alrededor, el alérgeno sospechoso, lo que confirmará si aquella sustancia es la causa de la reacción. Por ejemplo, un niño que tose cuando se va a dormir y también por la mañana puede dejar de toser si se le cambia la almohada de plumas por otra a la cual no sea alérgico.
Por desgracia, el tratamiento es a menudo muy complejo porque los síntomas pueden ser el resultado de la combinación de varios alérgenos. También es posible que sean factores persistentes como el polvo de la casa, caspa de animales o partículas del aire. El ataque puede ser provocado por infecciones, trastornos emocionales, cambios de tiempo o simplemente por un exceso de alérgenos.
Las pruebas cutáneas, además de ser muy simples, indoloras y poderse realizar en unas
pocas sesiones, son muy eficaces para ayudar a identificar los posibles alérgenos.
■ La prueba de escarificación consiste en unos simples rasguños en el antebrazo o la espalda. En cada uno de ellos, el médico deposita una pequeña cantidad de alérgeno sospechoso. Si el niño es alérgico a la sustancia, la zona escarificada se vuelve roja, hinchándose y produciendo picor.
■ También se puede inyectar una pequeña cantidad del alérgeno sospechoso debajo de la piel y esperar de 10 a 20 minutos para ver la reacción.
■ Cuando el niño sufre de eccema o es muy emocional, el médico utiliza el método indirecto o transferido, que consiste en tomarle una muestra de sangre, prepararla e inyectarla en la piel de un adulto no alérgico, el cual se volverá sensible temporalmente al posible alérgeno, que se le inoculará al día siguiente en el mismo lugar en que lo fue la sangre del niño. Si no hay reacción por parte del adulto, se puede decir que el niño no es alérgico a aquella sustancia. No obstante, esta prueba está limitada por el peligro de transmitir una hepatitis sérica o porque puede neutralizarse si la persona receptora toma ciertos alimentos o bebidas.
■ En la prueba del parche, el médico coloca los probables alérgenos en la piel sana y la cubre, generalmente durante 48 horas, determinando así qué sustancias pueden producir una reacción por contacto.
Las pruebas cutáneas son limitadas en cuanto a su utilidad, ya que no existe relación entre el tamaño de la reacción y la sensibilidad del niño, además de que no toda prueba positiva es significativa, ya que otros irritantes como el tabaco, pelo de vaca, mostaza, aceite de semillas de algodón y espinacas, pueden dar pruebas positivas falsas.
Generalmente las alergias alimentarias no se pueden detectar por pruebas cutáneas, ya que el alimento causará la reacción después de haber sido alterado por la digestión. Así pues, se probarán a través de una dieta controlada, en la que, evitando la ingestión del alérgeno sospechoso, los síntomas mejorarán y cuando sea ingerido de nuevo, éstos reaparecerán.
Los alérgenos alimentarios más frecuentes son los huevos, el pescado, las nueces, las judías, los cacahuetes, el tocino y la leche.
Tratamiento. Las enfermedades alérgicas pueden ser tratadas por el médico a base de unas series de desensibilizaciones aplicadas durante varios años y consistentes en inyectar repetidas veces el alérgeno inhalante responsable, haciéndolo a dosis crecientes progresivas y creando así una resistencia a tales alérgenos.
Comúnmente se trata una alergia eliminando el alérgeno de los alrededores del niño. Así, según los casos, se prescindirá de un perro o un gato, las almohadas de plumas o una alfombra de lana.
Cuando el alérgeno es un determinado alimento, será conveniente retirarlo de la dieta del niño. Por ejemplo, si se trata de la leche, deben ser eliminados también los derivados de ésta como helados, queso y mantequilla. El método de desensibilización mediante inyecciones contra un alérgeno alimenticio no se practica, pues no se ha demostrado que sea efectivo.
Raramente existen alergias tan intensas a venenos de abejas, avispas, avispones, arañas u hormigas que provoquen en el niño afecto una reacción grave o mortal. En caso necesario, el médico aconsejará probablemente desensibilizarle a las picaduras de insectos. No obstante, debería tenerse a mano un equipo médico de emergencia para picaduras o mordeduras.
Si el niño sufre alergia respiratoria, el médico dará alguna de las siguientes normas para disminuir los alérgenos aéreos en su casa y evitar al máximo el polvo, sobre todo en el dormitorio del enfermo.
■ Utilizar un acondicionador de aire que filtre el polen.
■ Eliminar alfombras y mantas de lana, juguetes de felpa y almohadas de plumas en la habitación del niño.
■ Envolver su colchón en una funda gruesa de plástico o en muselina de látex, para evitar que el relleno se esparza en el ambiente.
■ No tener en casa animales con pelo o pluma
■ No usar en la habitación del niño tapicerías de algodón, cortinas, muebles muy decorados, con rincones entre sus adornos ni otros objetos que capten mucho el polvo.
■ Evitar el fumar en la casa o en el coche, pues el humo irrita las membranas mucosas del aparato respiratorio.
Los niños que sean extremadamente sensibles a un determinado alimento o medicina deberían llevar una pulsera o medalla con dicha información.
Cómo prevenir reacciones alérgicas. Si en la familia hay alguna historia de alergia, se debe consultar al médico para que intente prevenir las reacciones. Probablemente recomendará que la leche sea de una fórmula ya preparada o bien que tome sustitutos de ella. Recomendará ir proporcionando al niño nuevos alimentos en forma lenta y progresiva, sin darle aquéllos de gran capacidad alergizante como leche de vaca sin hervir, huevos, maíz, etc., hasta los 10 ó 12 meses.
Véase también Asma; Eccema; Fiebre del heno; Urticaria