Amigdalitis, Ampolla, Anemia, Anestésicos, Antibióticos, Antídoto, Antihistamina, Antrax, Aparatos dentales

Amigdalitis

Las amígdalas se localizan a ambos lados de la garganta, en la parte posterior de la boca. Cuando están sanas contribuyen a combatir las infecciones.

Es una inflamación de las amígdalas. Las amígdalas están compuestas por tejido linfático y se hallan situadas en unas pequeñas cavidades a ambos lados de la garganta. Las amígdalas en buen estado contribuyen a proteger al organismo de toda clase de infecciones.
Durante la infancia, casi todos los niños tienen un promedio anual de cuatro infecciones de la región respiratoria y en cada una de ellas se presenta una amigdalitis. Su gravedad depende de la clase de virus o bacteria que la causa. Algunos casos de amigdalitis son tan leves que el niño apenas se ve afectado. Sin embargo, es más corriente que un niño con amigdalitis se queje de dolor de garganta y tenga dificultades para tragar.
En los casos graves, las amígdalas se inflaman, adquiriendo un color rojizo o formándose sobre ellas una membrana amarillenta o grisácea. Normalmente se presenta fiebre y se inflaman los ganglios linfáticos de las zonas laterales del maxilar inferior, acompañándose en ocasiones de vómitos e intenso dolor de cabeza.
Casi todos los ataques de amigdalitis duran de cinco a siete días. Si la amigdalitis es causada por una bacteria sensible a los antibióticos, el médico se los recetará. Por ejemplo, le recetará penicilina para combatir las bacterias de tipo estreptocócico, acortar la duración de la enfermedad y reducir la posibilidad de complicaciones tales como la nefritis y la fiebre reumática.
Es muy poco frecuente, pero posible, que tras los ataques de amigdalitis se forme un absceso en los tejidos que recubren las amígdalas. En otros casos, después de varios ataques, las amígdalas no se desinflaman y el niño tiene fiebre constantemente (aunque baja) e hinchazón de los ganglios linfáticos del cuello. En estos casos, el médico puede aconsejar una amigdalectomía (extracción quirúrgica de las amígdalas). Si las vegetaciones adenoideas están constantemente inflamadas, pueden ser extraídas en la misma operación.
La amigdalectomía todavía es considerada como una operación corriente, pero no se recurre a ella tan a menudo como hace algunos años, porque las amígdalas pueden curarse y la cirugía encierra siempre algún peligro potencial.
Véase también Adenoides; Fiebre reumática; Ganglios linfáticos; Nefritis

Ampolla

Se denomina ampolla a una acumulación de líquido debajo de la piel que hace que la capa superior de ésta forme un abul- tamiento. Las ampollas pueden ser producidas por muchas causas. Las más comunes son las siguientes:
■ Quemaduras.
■ Zapatos excesivamente ajustados.
■ Pellizcamiento y escaldaduras de la piel.

■ Enfermedades de la piel, como la varicela y el impétigo.
Los recién nacidos tienen a menudo ampollas en el labio, que se forman al chupar o mamar. Un pellizco o golpe intenso puede lesionar un vaso sanguíneo y llegar a provocar una ampolla que contiene sangre, pero que no precisa de tratamiento alguno.
La mayoría de las ampollas no requieren tratamiento especial ya que generalmente el organismo absorbe el líquido. Es mejor no abrir las ampollas, ya que su superficie superior forma una capa que protege de una posible infección los tejidos que quedan debajo. Si se abre la ampolla accidentalmente se lavará con agua y jabón y cubrirá con una venda para mantenerla limpia. Cuando una ampolla se infecta, inflama o no cura en un plazo prudente, se consultará con el médico.
Véase también Congelación; Impétigo; Quemaduras; Quemaduras solares; Varicela; Zumaque venenoso

Anemia

La afección que resulta de la disminución del número de glóbulos rojos de la sangre o de la cantidad de hemoglobina que contienen dichos glóbulos, se denomina anemia.
La hemoglobina está formada por hierro y proteínas y confiere su color característico a los glóbulos rojos; tiene la propiedad de captar el oxígeno que penetra en los pulmones durante la respiración y llevarlo a todos los tejidos del organismo. Cuando el número de glóbulos rojos o la cantidad de hemoglobina es baja, el organismo del niño no recibe el oxígeno suficiente.
El niño anémico se muestra generalmente pálido y sin energía, además de no tener ganas de jugar, como cualquier otro niño completamente sano. Si la dolencia aparece bruscamente y en forma acentuada, el niño se sentirá sin energías, con una respiración superficial y gravemente enfermo. Si se sospecha que el niño padece anemia, se debe consultar al médico, quien ordenará un análisis de sangre para determinarlo.
La causa más frecuente de su aparición es el aporte insuficiente de hierro en la dieta. Entre los 6 meses y el año de edad, puede aparecer anemia si el niño sólo toma leche, ya que ésta lleva poco hierro. Es necesario añadir a la dieta carnes, cereales enriquecidos con hierro, yema de huevo y verduras.
Algunas veces la dieta lleva suficiente hierro, pero el organismo del niño no absorbe la cantidad necesaria. En las diarreas de larga duración, el hierro es eliminado sin darle tiempo a que sea absorbido por el intestino. En este caso se deberá controlar la diarrea, antes de corregir la anemia a base de tónicos de hierro o tabletas, e incluso, en ocasiones, inyecciones de hierro.
La pérdida de sangre por una herida, úlcera, hemofilia u otros trastornos hemorrágicos, puede causar anemia. En estos casos se cura conteniendo la hemorragia y, si hay necesidad, por medio de transfusiones.
Algunas anemias, llamadas hemolíticas, se producen por la destrucción de gran cantidad de glóbulos rojos. Este tipo puede ser heredado o adquirido. La drepanocitosis es un ejemplo de anemia congénita o heredada. Varias de las formas adquiridas son producidas por sensibilidad a ciertos medicamentos o plantas.
Véase también Hemofilia; Hemorragias; Leucemia; Nutrición; Recuento sanguíneo

Anestésicos

Los anestésicos son sustancias que se emplean para eliminar el dolor. Se administran generalmente cuando el niño debe ser operado.
Existen dos clases de anestésicos, los locales y los generales. Los primeros eliminan el dolor en una pequeña zona del cuerpo, pero no producen inconsciencia. Se administran normalmente por medio de una inyección y se aplican en operaciones tales como suturas, cortes o extracciones dentarias. Es la forma más segura de anestesia, ya que no encierra ningún peligro, pero no es aplicable a las operaciones mayores.
Los anestésicos generales eliminan la sensibilidad en todo el cuerpo, produciendo una inconsciencia parcial o total. Actúan directamente a nivel del cerebro y bloquean la recepción del dolor. La forma más común de ser administrados es por aspiración de la sustancia, vaporizada o en forma de gas. Las sustancias inyectadas por vía intravenosa son poco utilizadas en niños muy pequeños y en cambio son ideales en los niños mayores y en los adultos.
Se mantiene al niño en ayunas, sin comer ni beber nada antes de la anestesia. De esta manera su estómago se halla vacío y en el estado inconsciente no vomitará ni tendrá posibilidad de aspirar ningún alimento hacia el pulmón.
Una hora antes de la intervención, se inyectan medicaciones preanestésicas que disminuyen las secreciones en el trayecto aéreo con lo que el paciente podrá respirar fácilmente durante la operación, además de dejarle algo adormecido e inconsciente, evitando que se asuste al entrar en la sala de operaciones.
Con anestesia general se efectúan todas las operaciones mayores, y en niños muy pequeños, incluso operaciones menores. La administración de anestesia no es más peligrosa en los niños que en los adultos. Incluso niños prematuros pueden ser anestesiados sin riesgo alguno.
Los padres pueden disminuir la aprensión del niño antes de una operación, explicándole el motivo y necesidad de la misma, así como los hechos que sucederán antes, durante y después de la intervención y cualquier molestia que ésta lleve consigo.

Antibióticos

véase Medicamentos

Antídoto

véase Venenos y envenenamiento

El día anterior a una operación se le explica al niño cómo va a ser administrada la anestesia.
Los dentistas utilizan los aparatos de corrección para las irregularidades dentarias en los niños.

Antihistamina

véase Alergia

Antrax

véase Absceso; Furúnculo

Aparatos dentales

Estos tres moldes han sido obtenidos del mismo niño, durante el tratamiento por maloclusión bucal. Arriba, los dientes antes de llevar aparatos correctores.
En medio, al año de tratamiento; y abajo, cómo quedaron, definitivamente.

Si el niño tiene maloclusión de los dientes (y mastica mal), el dentista sugerirá a los padres que lo lleven a un especialista en ortodoncia (especialidad que se dedica a corregir las malposiciones de los dientes y las mandíbulas). Las maloclusiones se corrigen con aparatos especiales.
El ortodoncista obtendrá una radiografía de los dientes del niño y hará unos moldes de la boca para estudiar exactamente cuál es el defecto. Serán necesarias exploraciones regulares y completas para ir ajustando los aparatos a medida que los dientes vayan colocándose en su posición correcta. Se han de seguir unas normas para mantener los dientes y aparatos limpios, como por ejemplo, no tomar chiclés ni caramelos gomosos, al llevar el aparato.
Muchos padres sufren porque el niño pueda padecer molestias durante el tratamiento orto- dóntico, pero aunque en ocasiones pueda sentirlas, nunca tiene un dolor importante. Los aparatos correctores no malgastan los dientes ni los estropean, sobre todo si se sigue una buena higiene dental.
Véase también Dientes, mala oclusión de los

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